12 junio 2008

La Buena Pipa hace shopping (como puede)

Desde que se instauró en el mundo esta cuestión de la oferta y la demanda, a las mujeres se las ha tildado de consumistas, de comprar todo aquello que parece innecesario y todo aquello que parece necesario…para ellas. Es así que se apilan en armarios inexplorados infinidad de objetos inútiles que duermen allí por estar altamente capacitados para desempeñar tareas que bien podrían ser cubiertas por un tramontina de mango de madera o una pinza de depilar. No es difícil encontrar aquel “Sacasemillas de Uvas Chinche” que compramos de oferta en el bazar chino de la esquina y que no usamos jamás porque no tenemos una parra en 100 Km. a la redonda; o la caja de 1000 ballenitas para cuellos de camisas de hombre que compramos cuando creíamos firmemente que formarían parte de nuestro ajuar el día que nos casáramos y allí quedaron para vender algún día como antigüedad en San Telmo; el frasco con cierre a presión que quedó de adorno porque nunca pudimos sacarle la tapa para guardar algo, etc.. Sin embargo, más allá de esta creencia popular de la compulsión femenina a adquirir cosas que después les complican la vida o no les sirven para nada (cónyuges aparte, claro está), existen mujeres que sufren cada vez que deben salir al mundo de la compra – venta y que en raras ocasiones encuentran lo que buscan para volver a casa con la frente marchita. Antes de que la Buena Pipa entre al probador ante el hostigamiento de las vendedoras de ropa, hagamos una breve clasificación de las mujeres a la hora de salir a comprar. Dentro de la amplia gama de matices femeninos podemos encontrar tres arquetipos que se definen por oposición y pueden estar al lado nuestro cuando salgamos de shopping. Son tres: La Venus Visa: es aquella que convencida de su statu quo de diosa pagana, entra en los locales blandiendo la Visa Gold cual templario y empieza a sacar (ella sola) la ropa de los estantes y se lleva medio stock del local al probador. A la Venus Visa no le importa que otras tres o cuatro personas estén esperando a ver si ella se decide a llevar o no esa camisa que se probó tres veces y que ha quedado para untarla en Woolite. Nonono, la diosa no está para nimiedades, así que sigue. Tal vez no compre nada, tal vez se lleve todo porque como toda divinidad posee la impunidad de su arbitrio volátil y nadie se anima a decirle nada porque la Visa le sirve de escudo protector. La Señora de al lado: es aquella que sale porque sí, no tiene ese status de la diosa pero sale igual porque no le importa. Puede pagar cash o con tarjeta, da lo mismo pero cada vez que le pida algo a la vendedora lo mirará como si le estuviera ofreciendo bosta al croché; le buscará todos los detalles a la costura, manchas inexistentes, para decirle después que no, que mejor no lleva nada porque la atención deja mucho que desear. En la mayoría de los casos, estas Señoras de al lado ejercen en los negocios el poder que no ostentan en casa y en lugar de hacer terapia y mandar al marido a la mierda, se la pasan complicando la existencia de las vendedoras que todavía no pudieron comerse el tostado que pidieron a las tres de la tarde para almorzar y le hacen el aguante porque el gerente de ventas las observa como el Ojo de Sauron a Frodo en El Señor de los Anillos. Las MMA (Mujeres Marca Acme): son aquellas que tuvieron que salir a comprar aunque lo detestan porque si no hacen un gasto con la tarjeta que recibieron sin pedirla, les cobran una multa y prefieren, por lo menos, gastarlo en algo que les guste. Las MMA no se fijan en cómo van vestidas (jean y zapatillas suele ser su uniforme) nos son ni la Señora de al lado ni la Venus Visa, pero guardan su dignidad y ajenas a los códigos de los locales de venta de ropa, entran en ese mundo de pespuntes, de mangas tres cuartos y vendedoras de sonrisa incrustada entre los dientes. Ellas casi nunca encuentran lo que buscan y por eso hoy La Buena Pipa salió de shopping con estas MUJERES MARCA ACME que, sin lugar a dudas, son las que hacen también las compras del Día del Padre para media familia y quedan envueltas en inimaginables Cuentos de La Buena Pipa dentro del probador. La MMA abre la puerta del local de ropa porque acaba de ver una remerita azul que le gustó (es raro que algo le llame la atención a la MMA así que hay que seguirle la corriente, ENTREMOS), La Buena Pipa sabe que debería avisarle a la MMA que está por entrar en un “cuentodenuncaacabar” pero no lo hace porque si no el experimento se le va al demonio y su hipótesis se desmoronaría como “un montón de piedras” (like Peter Páramo), además, en el fondo, creo que La Buena Pipa no es tan Buena y que el adjetivo es una simple formalidad. ENTRAMOS… Hay tres vendedoras en el local, la MMA entró antes que la Venus Visa pero por razones jerárquicas la atienden las tres primero a ella. La MMA se quiere ir, pero la remerita le gustó y además si no gasta algo con la tarjeta se come una multa de 150 pesos, no way, allí se quedará. Diez minutos después de que la Venus Visa se ha metido en el probador, una de las vendedoras se percata de la presencia de esta mujer y empieza el cuento que La Buena Pipa ha ido a buscar. Fulanita (la vendedora: jean calcado al cuerpo, chicle interdental y la remera blanca que seguramente le quitó a su Barbie Malibú, porque es minúscula): “¿Te puedo ayudar en algo?”; la MMA piensa en todas las cosas que necesita pero ahora es sólo la remerita lo importante así que responde: “Quería ver esa remerita que tenés en la vidriera, en azul”; y Fulanita (moviendo el chicle hacia el canino izquierdo): “Mmmmmmmm, a ver, esperá que me fijo en depósito”, Fulanita baja y su catábasis dura una eternidad porque mientras ella no estuvo, la Venus Visa pagó los tres jeans, las cinco remeras y los dos pares de zapatos que se probó y se fue. Vuelve Fulanita con una musculosa verde oliva: “Sabés que no tengo esa remerita en azul pero tengo esta musculosa en verde oliva que está genial y te quedaría bárbaro cono este jean color berenjena y el suéter rojo tomate”; y la MMA: “No, pero yo quería la remerita azul de manga larga” y Fulanita: “Pero este conjunto es soñado, entrá y probatelo”; la MMA ha aprendido a resignarse y en el fondo sabe que ha caído en el cuento de la Buena Pipa pero trata de manejar el Panic Attack y entra en el probador. Primero la musculosa verde oliva, después el jean color berenjena, cuando se está por terminar de subir el pantalón la vendedora, con la impunidad de su rango, le abre la cortina del probador y le pregunta: “¿Y, cómo va?” a lo que la MMA le responde: “Subiendo”, pero Fulanita no capta la ironía y sonríe. La MMA sale del probador con el jean berenjena, la musculosa verde oliva y el suéter rojo tomate y lejos de sentirse una diosa, se siente un plato mediterráneo y vuelve a preguntar: “¿En otro olor no tendrás esa remerita de vidriera?” Fulanita, la mira extrañada; la MMA parece ser inmune a su estrategia y termina diciéndole que la vidriera es de la semana anterior, que las remeritas de oferta se acabaron y que mejor debería llevarse algo de lo que tiene puesto que le queda bárbaro. La MMA vuelve al probador, se saca el disfraz de ensalada griega y vuelve a su jean y a sus zapatillas. Sale cansada, los probadores son muy chicos y las maniobras que uno debe hacer dentro de ellos equivalen a una sesión de spinning. Está decidida a gastar algo con su tarjeta de crédito. Entra en otro local, el de enfrente. La única variación entre Fulanita y Sultanita es el color de la remera, la de Sultanita es roja. “Hola, qué tal. Quería esa remera azul que tenés en vidriera, en talle dos, por favor.” La MMA está contenta porque habló de corrido y la vendedora le dijo que ya se la traía. Siente que está venciendo el oráculo, no ve que la Buena Pipa disfrazada de Sultanita le trae la remerita que en apariencia es la que ella pidió, es la misma de vidriera, es azul y se la da. “Probátela” le dice Sultanita. Inocente, la MMA entra en el probador y advierte que ha quedado presa dentro de la remera azul, recuerda aquel maravilloso cuento de Cortázar en el que un hombre se ahoga en un suéter azul y le empieza a faltar el aire. Saca fuerzas y logra pasar la cabeza y el torso dentro de la remerita. Sale del probador con la apariencia de un matambre cianótico y le pregunta asombrada (pensando que su madre y su tía tienen razón y debería hacer más ejercicio físico) a la vendedora: “¿Éste es un talle dos?”; Sultanita le responde que no, que era una XS pero que le quedaba bárbaro que lo llevara. La MMA vuelve al probador pensando que si para algo le queda “bárbaro” es para lograr el récord de apnea. Como puede se lo saca y se va. Sultanita no entiende por qué si le quedaba genial la remerita tres talles más chica. El cuento de la Buena Pipa también entra en los probadores con las Mujeres Marca Acme y disfruta del eterno ciclo de la boludez humana que nace, crece, se reproduce y muere para volver a nacer. Para algunas personas, salir de compras no es una dicha, antes bien es una condena, una pena que deben purgar, una culpa que deben expiar de cuando en cuando entrando en un aterrador Cuento de La Buena Pipa y los locales de venta de ropa.

Sin embargo, a veces, cuando nadie los ve, cuando la Buena Pipa descansa y los hados juegan al Black Jack con San Expedito en la mesa de billar de San Pedro, todos aquellos seres marca ACME, salen de compras y encuentran lo que buscan. Es su momento de gloria, en su cabeza suena “We are the champions” de Queen y blanden su bolsita como un trofeo. Son felices, porque, después de todo...“para todo lo demás… está Mastercard.”

4 comentarios:

razondelgusto dijo...

Lo del matambre cianótico me mató!!!
Acá terminé de leer esta entrada con mi conyuge y llegamos a la conclusión de que él se identifica, of course, con la venusvisa (modelo eduvigesvisa). Entra a cualquier sucursal fashion de alguna marca de onda, busca en el perchero, se prueba y luego blande su tarjeta de crédito que a veces confunde con la de débito ( son las dos doradas...)y se compra sus atuendos modernos.
Yo en cambio,estoy resignada a comprarme la ropa en lo de la Norma (Mitre y Lugones) porque soy una mujer marca ACME gorda, y ahí se empeoran todavía las triquiñuelas de la Buena Pipa... En los negocios de las chicas con chicle en la boca, ni siquiera tengo chance a que me vayan a buscar la remerita, directamente me miran y me dicen, casi indignadas: "No, para usted señora no hay talle...".
Saludos de los dos.

es la reina y... (otradelasmías) dijo...

La tía, en cambio, es de las que entran al negocio porque vieron algo que les gustó en la vidriera (y que seguramente no tiene precio porque es lo más caro del local)y en cuanto ve que Menganita, la del chicle o Sultanita, la de la musculosa roja se le acercan, olvida qué carajo iba a preguntar porque presiente el insoportable y empalagoso "¿Te puedo ayudar en algo?". Entonces, en lugar de argüir el clásico "Estoy mirando", huye despavorida a través del laberinto del shoping, en el que, obviamente, se pierde una y otra vez y, finalmente, cuando descubre, agotada, a su marido que la está eperando con cara de ojete, detrás del vidrio de alguna de las salidas del laberinto infernal, respira profundo, abraza infinitamente agradecida a su ariadno consorte y se consuela diciéndose a lo Vivian Leigh: "Mañana compraré..."
Besote.
La tía.

Anónimo dijo...

Mi comentario es en primer lugar de felicitación a la autora del blog.¡¡Fliz Cumpleaños Natalia!!.
Yendo a lo que es el sentido de ésta sección, comento que mi lucha por lograr que no existan más las cuestiones de género, reconoce su estrepitosa derrota, frente a a lo que leo en cada :"la buena piapa y...." Por ello concluyo que bajo mi bandra y reconozco que la egregia figura de la mujer es el leiv motiv de las publicaciones del blog. Las mujeres (estoy cansado de escucharlo en cualquier foro)dicen "Ya no hay hombres" y de la lectura de la brillante pieza literaria, motivo de mi comentario, surge palamariamente que en la buena pipa no hay hombres, sino para "mandarlos a la mierda" (sugerencia hecha a la venus visa)o gerentes controladores y perversos que como el ojo de Sauron, están atentos a las defecciones de la "pobre mujer empleada". No veo vendedores, no veo compradores,no atisbo compañeros de las mujers que compran, nada por el estilo.
Me encuentro al leer, en la tierra de las amazonas.
Por todo ello, más allá de reconocer la valía de los relatos y la gran calidad de lo que expresa Naty, reconozco mi derrota y quedo a expensas de un futuro debate sobre mis asertos.

El macho tumbado

[ Quiero Vale Cuatro ] dijo...

¿Feliz cumpleaños? :)

Me encantó La Buena Pipa de hoy, ya que tengo mi compañera de compras, y también te lee. ^^
(Si habláramos de Manuela, le gusta menos que a las MMA ir de compras por Quilmes).
Ahora bien, el remate es la pura realidad, literalmente suena We are the champions en mi cabeza y paseo la bolsa como trofeo aunque parezca de consorcio (como las del outlet).

Otra de los probadores, es cuando no sabés tu talle de pantalón (nos pasa SIEMPRE). En todo caso, calculás: "debe ser un 28", a lo que Menganita quiere caer bien "Nooooo, para vos un 24". (¿En qué estás pensando?), luego te sentís mal por el matambre que viste en el espejo, pero ese NO es tu talle. Detesto que hagan eso, y nunca, tuve el agrado de lidiar con una excepción.

Bueno, me retiro porque hay que dormir y no tengo más nada que decir.

Saludos!

Luz.