30 septiembre 2008

La Cofradía del Ovario PRESENTA: "LA NOVICIA REBELDE" (para darle un respiro al alma)

Todavía me acuerdo que, contra todos los recaudos psicológicos, cuando era chiquita y me sentía mal, mamá se acostaba al lado mío en la cama y me ponía la mano en la frente mientras me decía que estaba todo bien y que me durmiera, que el sueño aliviaba cualquier dolor. Después crecí y me tocó hacer lo mismo con mi hija, como una especie de tácito legado de manos mágicas. Pero lo cierto es que hay veces en las que extraño considerablemente, ya no digamos la vida intrauterina, pero al menos esos momentos en los que me alcanzaban los cuentos de mamá para dormir.
Es que uno va creciendo y la fantasía deja de tener, en el cuerpo y en el alma, ese efecto balsámico que antes nos quitaba de cuajo el dolor de panza o alejaba cualquier pesadilla.
La redactora de la Cofradía no ha tenido un buen lustro y está bastante experimentada en noches insomnes ramificando pelotudeces con las grietas del techo, así que cuando me vio medio contrariada a causa de una sobredosis de memoria emotiva, me recetó (ella es como una especie de Galeno del alma, pero con mejor caligrafía y definitivamente con mejor tino) una sesión de DVD en el sofá de la Cofradía. Me sentó en el sillón, echó al gato, me preparó un té de tilo y manzanilla (que no cura el alma, pero la engaña), me dejó un chocolate con almendras al alcance de la mano y sacó de un cofre cerrado bajo siete llaves, un DVD que acarició como se acarician los sueños viejos: con los ojos tristes y la sonrisa a medio terminar. No me dijo nada y dejó que el reproductor de DVD’s lo dejara entrar; después se fue (creo que sonreía cuando me dejó a expensas de la película en el living de la Cofradía)
De pronto desapareció el sofá, el té de tilo (sólo logré salvar del borramiento de los límites de la ficción, el chocolate con almendras porque habría sido sacrílego dejarlo a merced del gato, de este lado de la realidad) y en un parpadeo estaba sentada en una colina de pasto bien verde mirando a una cuasi monja que corría a buscar el velo que había olvidado, mientras las campanas de la Abadía de Salzburgo sonaban a destajo.
La vi entrar en el convento; la vi salir temerosa de la tarea que tendría que emprender extra muros. Ella no me vio al lado de la reja cuando miró hacia adentro y dijo (ahora esta frase es mi lema, amigas de la Cofradía) “Cuando Dios cierra una puerta en algún lugar abre una ventana” (desde entonces busco aunque sea algún ojo de buey que me deje asomar la cabeza)
Volví a parpadear y estaba solfeando “DO RE MI” mientras saltaba y bailaba (sí, es ficción, así que YO BAILABA POR SALZBURGO y…. lo hacía realmente bien) en las calles del pueblo, vestida con una cortina vieja que me quedaba mejor que esa remerita de Ona Sáez que me ve pasar por la vidriera desde hace una semana.
Después me escondí en la glorieta del parque cuando el Capitán Von Trapp le decía a María que la amaba y que había mandado al demonio a la baronesa con todos sus millones para quedarse con ella; y no pude dejar de pensar que era una boluda por ponerse a cantar que “algo bueno debía haber hecho en su niñez o juventud” cuando el pobre tipo le iba a comer la boca muerto de amor.
Ayudé a las monjas a destrozar los motores nazis y me mandé una hard treking por los Alpes para cruzar la frontera y evadir a los alemanes que ya habían tomado Austria.
Parece que ya estaban pasando los créditos cuando me sacó del trance hipnótico la redactora de este espacio y me dijo: “¿Y? ¿Qué tal el tratamiento?”; yo respondí absorta todavía por la sensación de tranquilidad que tenía en el cuerpo: “¿Qué me diste? ¿No genera acostumbramiento, no?” y ella (muerta de risa, es linda cuando se ríe) “Te di una dosis completa de LA NOVICIA REBELDE.
Yo había oído nombrar aquella película de 1965 con Julie Andrews y Christopher Plummer, que era la preferida de mi abuela, pero no había experimentado el efecto balsámico que “El sonido de la música” (tal es su título en inglés) podía generar en los corazones complicados…
cuandoDioscierraunapuertaenalgúnlugarabreunaventana… enalgúnlugar enalgúnlugar enalgúnlugar… PERO EN QUÉ LUGAR.
La redactora de la Cofradía me dijo que me dejara de joder y saboreara el gusto que deja en la memoria una historia como la de Freulain María y el Capitán Georg Von Trapp en una mítica Austria de finales de los cuarenta, cuando los hombres eran como el Capitán, la palabra “ex” era simplemente un prefijo latino y cuando recordar “las cosas favoritas” hacía sentir mejor a la gente que no necesitaba el Clonazepan para dormir ni calmar los ataques de pánico (que, por cierto, en aquella época, se limitaban a las reacciones al ver la última de Bela Lugosi en el continuado de los sábados)
Me sentía mejor; era cierto. La Novicia Rebelde me había hecho tan bien como el príncipe cuando rescataba a Blancanieves y la sacaba de la caja de cristal (que yo siempre me imaginé empañada porque no podía concebir que la muchacha no respirara) las veces que mamá lograba terminar el cuento completo sin ponerle el final de Cenicienta (durante años pensé que la loca por la limpieza era Blancanieves y que Cenicienta iba de cama en cama sorteando enanos)
Por eso, miembros de la Cofradía y amigas de la Progesterona, si les han apaleado el alma; si no encuentran (como Max Sheller) su puesto en el cosmos; si ven con cariño la idea de pernoctar en Urano (en Plutón no, porque es un planeta enano, si nos vamos a ir al carajo que sea con altura), si compartieron una sala de espera con dos “ex” toda una tarde hablando de bueyes perdidos con sus actuales parejas; si no encuentran una condenada rendija en la jaula para escrutar y salir (gracias Almafuerte) si no se dan por vencidas ni aún vencidas; si piensan que lo que el árbol tiene de florido vive de lo que tiene sepultado y si están convencidas de que “ser una diva, duele”, alquilen La Novicia Rebelde y mírenla hasta que tarareen “Climb every mountain” y caminen por la calle pensando que están por llegar a la frontera suiza.
“…cuando me siento triste, yo sólo recuerdo mis cosas favoritas y ya no me siento tan mal…” Nooooos vemos laaa semana queee vieneeee…

24 septiembre 2008

La Buena Pipa y los Servicios de Auxilio Mecánico

Vamos a intentar pronunciar juntos la palabra “AUXILIO”: “Au – xi – lio”. ¿Se complica la “x”, verdad? Pedir auxilio es ya de por sí estresante. Uno pide auxilio en una situación límite, desesperante, extrema. Bueno, si esto es así, a ver si me explican a quién cuernos se le ocurrió que en nuestro arbitrario Sistema de Lengua la palabra necesaria para expresar la desesperación y el pedido de ayuda lleve una consonante que es casi un díptico formado por dos sonidos (uno oclusivo y otro sibilante)... En cristiano: la “x” suena como “ks”; sería entonces “auksilio” lo que pedimos pero… ¡Qué rebuscado, señores!
Seguramente el Sistema de Lengua, no tiene auto, ni se mete al mar, ni se cae en pozos ciegos, ni siquiera se mira en el espejo cuando se prueba la ropa de verano del año pasado. Nonononono, el Sistema de Lengua dispuso que “auxilio” era lo indicado en casos de necesidad desesperada y así nos quedamos. Porque si lo pensamos bien, no sólo es terrible estar en una situación límite sino que también se complica pronunciar la palabra necesaria para hacer efectivo que alguien venga a darnos una mano cuando, por ejemplo, intentamos vaciar la cocina inundada con un sorbete y un paquete de Carilinas.
Pero dejemos a los lingüistas pelearse acerca de la arbitrariedad del Lenguaje, destrozando a Saussure y vayamos al tema de hoy en El cuento de la Buena Pipa: los servicios de AUXILIO mecánico, que poco tienen de “auxilio” y menos de “mecánico” porque se reducen a un transporte de autos que fallecieron en la vía pública sin más síntoma que el simple hecho de apagarse. La Buena Pipa elige siempre sus mejores momentos para hacer su entrada triunfal y casi siempre estos coinciden con nuestros más terribles y aciagos instantes.
Esa mañana llovían sapos abrazados de a ocho, el limpiaparabrisas del auto no alcanzaba a dar la vuelta para un lado cuando el baldazo llegaba desde el otro, las calles habrían servido para hacer raffting. Sin lugar a dudas, era preferible un Kayak a un auto, porque no conozco autos anfibios y al mío todavía no le encontré una puta branquia. Los que me conocen saben que tengo desde pequeña un problema con los paraguas, así que OBVIAMENTE, no llevaba uno en el auto. ¿Para qué si iba en coche? ¿Qué sentido tenía llevar un paraguas si en una corridita estaba adentro y en otra estaba afuera del vehículo? Errorerrorerrorerrorerrorerror, si uno tiene propensión a ser marca A.C.M.E., conviene subir al auto con piloto, botas de lluvia y equipo autónomo porque uno nunca sabe cuándo mierda se le va a quedar el coche en mitad de la calle sin previo aviso.
En la radio sonaba “Resistiré” en una versión del "niño" Raphael ( que sólo es superada en cursilería por “Noelia Noelia Noelia” de Nino Bravo)que daba pena y yo la tarareaba de manera patética cuando el auto en un estertor último se frenó en seco. En principio no me desesperé. Dejé que la inercia lo acomodara cerca del cordón de la vereda y me di a la tarea ingrata de suponer qué carajo había pasado desde el interior del vehículo porque el temporal tenía ahora su epicentro sobre mi auto. Valores normales en el tablero, nafta, batería, todo como debía estar. Sólo quedaba una posibilidad: la Buena Pipa se estaba preparando para su show y como siempre me había elegido como anónima protagonista de su comedia absurda.
Y así fue, entré como un equino al que le abren la tranquera en el cuento de la Buena Pipa y los servicios de auxilio mecánico. Recordaba la canción que había estado escuchando y me parecía una bofetada ahora aquello de “Resistiré erguida frente a todo, me volveré de hierro para endurecer la piel”; en realidad yo necesitaba volverme de nylon para “impermeabilizarme la piel” porque no quedaba otra más que salir del coche y mirar el motor.
El primer momento fue terrible porque la lluvia estaba acompañada de un frío de esos que entran sin permiso debajo de las mangas del suéter y se te instalan cerca de los codos hasta que alcanzás el “Punto Aspirina”; pero lo cierto es que, como suele ocurrir en estos casos, el motor se transforma en un teorema que ni Einstein podría descifrar y nosotros nos pasamos un buen rato viendo si no hay algo suelto cuando ni siquiera sabemos qué tendría que estar conectado y... dónde.
Empapada, volví al auto a llamar al servicio de auxilio mecánico del seguro. La Buena Pipa suele ser a veces, como una Mamushka rusa, hay una dentro de otra y eso pasó, porque al auto varado en medio de la tormenta, se le sumó el contestador del seguro que me decía que todos sus operadores estaban ocupados que intentara más tarde y después una grabación me contaba la cantidad innumerable de servicios extras que tenía mi seguro como por ejemplo la asistencia inmediata de remolques y grúas para trasladar autos. Aquello puso a prueba mi fe, que, (confieso) se mojó casi tanto como mi campera y cuando se secó, se había achicado bastante.
Seguí marcando hasta que el celular empezó a mostrar el iconito de batería baja… la Buena Pipa se estaba pasando de la raya. Una hora después de haber comenzado a llamar, una voz humana me tomó los datos y me anunció que tardaría una hora el remolque en llegar a donde yo estaba. Me juré que al salir de ahí, me dedicaría a romper uno a uno los diez mandamientos (cosa que no cumplí… simplemente porque todavía tengo problemas técnicos con algunos y éticos, con otros), y esperé. Por fin, dos horas después, vi que llegaba el remolque. Me bajé (no piensen que la lluvia había parado, todavía diluviaba) y le di los datos al encargado que subió el auto, no sin antes preguntarme: “¿Y? ¿Qué pasó?"; y yo: “Se paró” y el pelotudo, fiel a su género que me pregunta: “¿Le pusiste nafta?” y yo: “Ah, ¿lleva nafta?, PENSÉ QUE FUNCIONABA CON RIMMEL, IMBÉCIL”. Es ridículo que la batalla sexista salga a relucir hasta en situaciones como éstas en las que sólo debería existir el concepto de ASISTENCIA a un pedido de AUXILIO. Una vez arriba del camión (al que tuve que treparme porque nadie te ayuda a subir) le doy la dirección del mecánico al tipo y me mira con cara de “no manejo el coreano antiguo, seguí participando” y me dice: “¿Cuál es Velez Sarfield?” y yo: “Una después de Urquiza” y él, después de una pausa dramática: "¿Cuál es Urquiza?”
¡¡BASTA, PLANTO BANDERA, QUE SE HAGA CARGO OTRO DEL AUTO, DE LA LLUVIA, DE LA BUENA PIPA Y DEL BOLUDO DEL REMOLQUE!! Sin embargo, tragué saliva y le expliqué cómo llegar al mecánico. Dejamos el auto y yo me volví a casa caminando porque remolcan autos pero no personas y mientras me escurría los cordones de las zapatillas iba sacando las cuentas de lo que me iba a salir el “arreglito”. Llegué a casa casi sin darme cuenta. Mamá me abrió la puerta, me miró y me dijo: “¿Te mojaste?” y agregó cual sentencia ( a la que yo ni siquiera respondí): “Acabo de encerar el piso”.
Nos vemos la semana que viene… si me entregan el auto.

17 septiembre 2008

La Cofradía PRESENTA: "COMO PENÉLOPE" (¿En qué punto tejés tu paciencia? ¿Con qué agujas? ¿Con dos o al crochet?)

"…y se quedó con su bolso de piel marrón y sus zapatos de tacón , sentada en la estación.” (El Nano, obvio)
Todos tenemos ese segundo de estupidez que nos teletransporta a un pasado que es idílico solamente porque es pasado, pero que nos instala en los ojos una melancolía de aquellas. Esa milésima parte del día en la que se nos desarma el piso que construimos baldosa por baldosa en mil y una noches de insomnio. Perdemos el eje, se nos cae la estantería; en otras palabras: nos vamos al carajo.
Es así, no hay dudas, la Buena Pipa mete las narices hasta en los mitos y los mitos como éste, el de Penélope, usan mi almohada, se delinean los ojos con mi make up y me miran con los bucles alterados desde el espejo del botiquín del baño.
Entonces uno cae irremediablemente en cámara lenta, pero el piso no llega nunca. Esperamos el golpe en la espalda que nos haga perder el aire y nos obligue a respirar con aire nuevo; pero no, el tema es caerse en estas cuestiones, y no llegar al suelo. Por eso nos parece que “tal vez no nos vamos a caer”, “tal vez cambió y nos aguarda detrás para sostenernos”Sísísísísísí… eso es tan probable como que los peces vuelen en bandadas y las ranas sean príncipes esperando nuestro beso. ¡Basta de boludez, estrógenos! Si no, vayamos a la fuente de la psicología humana y revisemos la mitología. Porque en situaciones como ésta, el diccionario de mitología se arroja del estante y hace un salto al vacío para caernos en la cabeza y abrirse justamente en la historia de Penélope para que tomemos nota y salgamos al sol.
La Cofradía leyó el mito de Penélope y decidió no reproducirlo completo (con años, fechas y esas cosillas) por prescripción médica, pero se quedó con algunos datos que pueden ayudarnos en esta campaña solidaria de tirar a la mierda las agujas, dejar de tejer, dejarse de joder y levantarse de la silla.
Parece que Penélope era la esposa de Ulises, con quien había tenido un hermoso hijo llamado Telémaco. La pobre mujer se quedó esperando al marido que viajó para traer de vuelta a Grecia a la mujer de otro (Menelao), Helena, que se había querido ir con Paris a Troya a pasarla bárbaro detrás de las murallas de la ciudad. Diez años tardaron en regresarla a Grecia pero el pobrecito de Uli, tuvo ciertos inconvenientes (le faltó decir que iba a comprar aspirinas y volvía, pero no pudo hacerlo porque todavía no se había inventado la aspirina) y tardó otros diez añitos en volver a Ítaca, su reino, en el que lo esperaban Penélope y Telémaco que había dejado los pañales y ya tenía más barba que Papá Noel mal afeitado.
Nadie necesita un ábaco para saber que fueron 20 los años que Penélope esperó el regreso de Ulises mientras él estuvo un año “preso” de la bella Circe en una isla, y otro tanto “retenido” contra su voluntad por una ninfa curvilínea que se había encaprichado con él…Pobechito, Uli… ¡Las cosas que tuvo que aguantar! Y mientras tanto, la pobre Penélope con todo un archipiélago de cuernos en la frente tejía y destejía la mortaja de Laertes (el padre de de Ulises) para evitar que los hombres que querían el trono de su marido, la desposaran.
Sí. Totalmente. Es lo que están pensando… ¿Una mortaja tejía? ¿Nunca una colcha como Tita en Como agua para chocolate? ¿Una alfombra? Naaaaaa, una mortaja para el padre del imbécil que hacía veinte años que estaba volviendo. Además, ¿me van a decir que ninguno de los pretendientes estaba bueno como para volver a fundar Ítaca y al diablo con la lana?
Resumiendo, porque esto ya me está afectando: Ulises logra volver con ayuda de los dioses y recupera el trono, mata a los pretendientes y vuelve a los brazos de Penélope. El mito termina ahí, palabras más o palabras menos; pero yo tengo un problema (tengo varios pero no los vamos a discutir ahora) con los finales: no resisto la idea de pensar qué pasa detrás del The end. Es un tema porque todas las historias quedan abiertas para mí y al final del día, depende de lo que haya leído o la cantidad de películas que haya visto, tengo el balero congestionado de historias inconclusas y cuando me voy a acostar ni el té de tilo de mamá me salva del jardín de boludeces que siembro en el techo de mi cuarto. Porque, debo confesarlo (y más de una mientras lea esto también lo hará) YO FUI PENÉLOPE.
Ahaahaahaahaahaaha, sí sí sí, y no me vengan con eso de “a mí nunca me pasó” porque no les creo nada. Así que aquí me planto, asumiendo que fui Penélope y me la banco (bah… ya no me lo banco más, por eso lo cuento)
Eran las tres de la tarde de un verano de veinte años cuando empecé a “tejer”. Mi “Ulises” fue y vino. Regresaba a mí cada vez que cambiaba de “isla” y yo a veces cambiaba el punto del tejido (unas veces Santa Clara, otras Jersey, en ocasiones punto Arroz, pero casi siempre PUNTO CRUZ) y lo esperaba. Otras veces, yo seguía ahí, inútil como un faro roto, pero parada esperando un barco que siempre elegía otro puerto... porque sí.

No llegué a los veinte de Penélope pero durante años fui diván, madre, hermana, amante, fui la mujer de la vida de mi Ulises, la que más le duró pero a la que jamás eligió. Fui casi omnipresente pero jamás estuve presente y tejí tanto y perdí tanto tiempo contando los agujeros de los hilos sueltos que me quedé "como Penélope" y no se lo recomiendo a nadie. Hasta que un día me di cuenta de que si Penélope tejía la mortaja de Laertes, yo estaba tejiendo la mortaja de mi género y tiré las agujas a la mierda.

Basta de espera, basta de creer que “querrían estar con nosotras pero nos respetan demasiado como para condenarnos a un tipo como ellos” ES MENTIRA, les encanta tener brujas como Circe (aunque sin tanto chàrme) que les rompan las bolas y les conviertan los amigos en cerdos, o a ninfas ninfómanas que los esclavicen para poder victimizarse….¡Con nosotras, las pobres pelotudas Penélopes del subdesarrollo! Nosotras somos la meta para ellos, pero nunca el camino, ni siquiera una excursión. Somos aquellas que no son esposas, pero seguramente serán las viudas; no juramos estar con ellos en la salud o en la enfermedad pero es factible que terminemos curándoles las heridas; no somos nada y somos las mujeres de su vida… Paren paren… ¿De qué vida? Nononononononono, basta de Mujeres Penélope, basta de responder mensajes de texto o llamados telefónicos anacrónicos. No les demos cabida, porque la espera sin sentido es una maldición a la que sólo le supo poner poesía Serrat en “Penélope”, lo demás , sobra, amigas…créanme: SOBRA.

Tarea para el fin de semana: dejar de esperar, tomar el toro por las astas y no tocar una aguja ni por casualidad.

¡Ayayayayayayayayay! No hay caso, me está pasando lo mismo de siempre. No puedo dejar de pensar en Penélope después de que Ulises volvió. ¿Habrá sido feliz? ¿Le habrá gustado como antes? ¿Se habrá conformado y no se lo confió ni a Heródoto? ¿Se habrá quedado Ulises o su destino migratorio lo habrá obligado a buscarse otras hazañas?

No aprendo más, che. No aprendo más: ¡LOS FINALES NO TIENEN SEGUNDAS PARTES, NENA! SI TERMINAN BIEN, NO TERMINAN.

Ya lo saben: si ven venir en picada al Ulises que les haya quedado en algún cajón al lado de un papel viejo de chocolate Tofi o un boleto de tren…. ¡HUYAN! Búsquense un apolíeno héroe de carne y hueso y dejen que el otro se rompa los cuernos con la bruja que haya elegido cuando debería habernos elegido a nosotras, aunque más no sea para que le dijéramos que NO.

¡Nos vemos la semana que viene!

02 septiembre 2008

La Cofradía PRESENTA: "10 COSAS QUE ODIO DE TI" (del odio al amor existen la misma cantidad de pasos que del amor al odio y tenemos ganas de caminar)

A la “Nena”
Las palomas que habían salido a hacer las cosas que hacen las palomas en la plaza, se estresaron y se tomaron el olivo. Una comitiva completa de jubilados que habían ido a hacer Tai chi chuan al pastito, corrieron como hacía años que no lo hacían. Las hamacas se parapetaron detrás del tobogán. Y yo que había ido a confirmar que el ciruelo estaba florecido, convencida de que los ciruelos son los únicos fieles al espíritu primaveral de septiembre, permanecí en el banco oeste de la plaza (ajena al Feng shui que mamá me quiere hacer entender desde hace años y a las enseñanzas de una tía medio chapi que me dice que el destino se hace)
Suelo ser, en la mayoría de los casos, la persona indicada pero en el lugar equivocado y ahí estaba confirmando el dicho que dice “Hay que ser más boluda que las palomas”. Bueno, yo lo era, porque no vi venir la horda de adolescentes que había salido del colegio que estaba a la vuelta de la plaza y marchaba (como los orcos de El Señor de los Anillos) con paso firme a copar el espacio verde. De haber podido el pasto se habría atrincherado, pero maldiciendo sus raíces, se quedó quieto y a la espera de poder resistir el embate.
En un principio, me desesperé. Estoy acostumbrada a ver adolescentes dentro de las aulas, pero no así, libres de las ataduras de la libreta de calificaciones. Esa manera tan huracanada de manejar sus hormonas jóvenes siempre me ha perturbado, pero esta vez superé el estado inicial de pánico y me dediqué a escucharlos.
Eran cinco chicas con suéteres rojos chillones que se habían sentado en el pasto con las polleras grises (sin pensar que el pasto mancha y que a sus madres les costaría un Perú quitarles la clorofila del tableado) y hablaban todas juntas con tanta naturalidad que, aunque no lo crean… ¡Se entendían! Usaban ciertos códigos que todavía permanecen ocultos a mi entendimiento pero era obvio que el tema de la conversación múltiple eran un par de fulanos que las tenían a mal traer.
Después de un rato logré comprender que unas a otras adivinaban lo que iban a decir y casi siempre completaban la frase de la otra con el estribillo de alguna canción de moda; pero lo que más me llamó la atención fue el principio de contradicción que manejaba sus emociones y sólo pude pensar “Pobres padres”. Sin embargo, no sé si fue el aburrimiento o el ciruelo que me pedía que no lo dejara solo a merced de tanto estrógeno, me quedé y esto es lo que escuché:
Una decía: “No, boluda, no sabés, lo amo. Hoy me miró todo el recreo” y la otra respondía: “Sí, boluda, pero el viernes se comió a Fulanita, la amiga de Menganita que es alto gato” y la primera terminaba diciendo: “¡Ay!, lo amo a ese forro. Lo odio.”

Al principio pensé que otra vez los signos de puntuación me estaban jodiendo porque para mí, o las pausas estaban mal hechas en esa conversación o las pendejas estaban absolutamente limadas; pero, no, porque más allá de descubrir que eso de “se la comió” no aludía a las preferencias sexuales del Fulano en cuestión ni a una incipiente antropofagia, recordé que la Literatura y el cine avalaban esa locura.

Habemos algunos pocos elegidos que recordamos el poema que Catulo de la antigua Roma, le chafó a Safo de Lesbos (la griega) y que empezaba con estos versos: “Odi et amo”, en cristiano: “Odio y amo”… ¿Si los poetas viejos no se ponían de acuerdo, lo iban a hacer un grupete de mujeres adolescentes? Y al toque (¡Ups! Jerga adolescente contagiosa) recordé la película predilecta de uno de los miembros más jóvenes de esta Cofradía (que todavía llora por la muerte del protagonista de la peli, el bonito de Heath Ledger, ése que hace de Guasón en la nueva Batman), la película se llama “Las diez cosas que odio de ti”.

Una jovencísima Julie Styles y un novadísimo Heath encabezan este film de 1999 sobre la vida de los adolescentes americanos en una preparatoria en la que un excéntrico (Ledger) se enamora de otra freak (Styles) y la relación, que oscila entre el amor y el odio, culmina con una poesía que ella le dedica y que resume en diez versos lo que yo escuché en la plaza y lo que nos pasa cuando vamos y venimos por esa cornisa adrenalínica que nos lleva del amor al odio con pasaje abierto.

¿La analizamos juntas, amigas de la Progesterona? Tal vez nos entendamos un poco más o simplemente no nos sintamos tan solas en este mundo que no comprende nuestros “ni” o nuestros “So”. Ahí va:

“Odio la manera como me hablas y cómo te cortas el pelo” (Mentira. Esto hay que leerlo así: “Me derretís con el “Hola” y si estuvieras pelado, yo te pintaría los rulos a besos”)

“Odio tu forma de conducir mi auto” (Jajajajajajajajajajaja, mentira. Es así en realidad: “Si querés, llevate el auto. Yo me tomo un remís”)

“Odio cuando me mirás” (Pavadas. ¿A quién quiere engañar Julie Styles? Es así: “Si no me mirás, me cuelgo un cartelito de taxi Libre en la frente y aprendo a bailar reggeaton en el medio del patio del colegio. Además, cuando me mirás, mis amigas me llevan en frasquito hasta casa porque tenés el mismo efecto en mí que el sol sobre un helado de agua”)

“Odio tus tontas botas de combate y la forma en la que lees mi mente” (Traducción real: “Si te ponés el disfraz de Piñón Fijo igual estás divino y si me podés leer la mente entonces… miramemiramemiramemiramemiramemirame”)

“Te odio tanto que me enferma e incluso me hace rimar” (Trascripción: “Me hernié tratando de no amarte, nabo. Y no me importa que amarte me lleve a hacer rimas pelotudas como las de Belén Francese”)

Odio como siempre tienes razón” (En realidad es: “Me fascina darte la razón porque te reís de costado, inclinando un poco la cabeza y me decís: “te dije, nena, que era como yo decía”)

“Odio cuando mientes” (Verdaderamente: “¡¡¡Mentime que me gustaaaaaaa!!!")

Odio que me hagas reír y peor todavía, que me hagas llorar” (Mentira. Es así la cosa: “No necesito que hables para reírme porque te veo y se me pinta la sonrisa en la cara y no hay borratintas que me la saque de lugar. Además, si no me hacés llorar no tengo excusas para comer pizza y helado hasta el hartazgo y escuchar con mamá la edición aniversario de Air Supply para llorar con ganas”)

“Odio cuando no estás y que no llames” (Traducción al castellano: “Si no estás, los espejos de la casa no tienen razón de ser y si no llamás, voy al baño con el celular en la mano, dejo conectado el msn y habilito un servicio de palomas mensajeras sólo para que puedas comunicarte conmigo”)

“Pero principalmente odio no poder odiarte, ni siquiera ceca, ni siquiera un poquito, ni siquiera nada.” (ESTA QUEDA TAL CUAL, CHE, PORQUE ES ASÍ)

Cuando se estaban yendo de la plaza casi les digo que vieran esa película, pero después pensé que mejor me quedaba esperando al blanco del ciruelo y a septiembre. Se fueron cantando y saltando entre “Boludas” y “Lo amo”.

Mientras las veía alejarse no pude más que recordar que el “Temporis” como decían los romanos se te “fugit” de las manos entre amores y odios y que está bien que así sea después de todo.

Bueno, nenas, cualquier semejanza con la realidad (hoy, al menos) es absolutamente a propósito y si no vieron la peli y tienen de 13 para arriba en algún lugar del cuore, mírenla.

¡Nos vemos la semana que viene!