23 octubre 2008

La Buena Pipa en el Reino del Revés

La primera semana pensé que La Buena Pipa había tenido problemas para llegar al Blog; la segunda semana supuse que la muy cretina se había tomado las vacaciones que a mí no quiere darme; cuando pasaron los días, pensé que había viajado al tiempo compartido que tiene en un exclusivo Apart llamado “La colcha verde de la loba” que queda en el Barrio Privado "Donde el Diablo perdió el poncho", pero no. La Buena Pipa no aparecía y yo ya no sabía en qué lugar buscarla. Podría haberme hecho pasar por ella y escribir en este espacio, pero temía las represalias (además de mi falta absoluta de personalidad y mi carácter débil) así que semana a semana, El cuento de la Buena Pipa seguía sin tenerla como protagonista (cosa que aprovecharon hábilmente las chicas de la Cofradía que se agrandaron como óvulo en microscopio)
El blog estaba consternado. Nos faltaba la jefa y el hecho de estar acéfalos por primera vez en mucho tiempo nos tenía absolutamente desconcertados; pero cuando ya nos estábamos acostumbrando a auto-obedecernos, se abrió la puerta y apareció ella hecha un desastre. Llevaba el pelo desordenado, la ropa arrugada y rota, la mirada perdida y balbuceaba como en trance palabras ininteligibles. Era ciertamente un panorama desolador. No hay nada peor que una autoridad aplastada; y nada más peligroso que quedar a la deriva, porque con la Buena Pipa en ese estado, cualquiera se podía apropiar del Blog.
En un acto de heroísmo me atreví a hablarle y a preguntarle qué le había pasado. No conseguí más que un gesto esquivo con la mano.
En los días posteriores, comenzó a sufrir ataques de pánico; la presión parecía una montaña rusa y se encerró en su oficina hasta ayer. A la tarde, cuando salió de su encierro voluntario, estaba más parecida a la que había sido y como yo era la única persona que quedaba por ahí, se sentó a mi lado y me contó lo que le había pasado.
La Buena Pipa había quedado atrapada en el Reino del Revés por una jugarreta que le habían hecho los cuentos populares en la reunión de los viernes. El Cuento del Tío la engañó vilmente, como él solo sabe hacerlo; le hizo creer que estaban jugando inocentemente al ajedrez y cuando se quiso acordar, se estaba cayendo inútilmente en un escaque negro que la llevó sin escalas al Reino del Revés, allí donde todo es factible de la manera más aterradora posible.
En ese lugar al que llegó la Buena Pipa, el calendario no existía, ni los días de la semana; la gente no sabía qué iba a suceder al día siguiente porque el día siguiente no era el siguiente. Todo se basaba en un caos aleatorio que los dejaba más o menos siempre en el mismo lugar. Como en las celebraciones del Carnaval del Medioevo (gracias Bajtín) habían coronado como Rey a un Asno Loco que tiraba patadas para todos lados sin sentido y un séquito de cerdos (que Circe había donado amablemente desde la isla de Eea) lo seguían a todos lados. El guardián de las tierras, un perro de tres cabezas como Cerbero (el custodio del Hades), se la pasaba haciendo jueguito con sus tres cabezas tirando al aire a la gente que había ido a pedir audiencia con el Rey Asno para poder salir del Reino del Revés. El tema es que fiel a sus leyes, allí no había leyes, todo quedaba librado al arbitrio del Asno que rebuznaba un día una cosa y otro día otra. Los que querían entrar, salían; los que ansiaban salir, sólo conseguían adentrarse más en el corral del Loco.
Todo estaba al revés (cosa muy lógica en un reino como ése) y la Buena Pipa se acordó tanto del Cuento del Tío, tanto tanto tanto. Maldijo el Eterno Retorno nietszcheano, deploró la irrevocabilidad del futuro, porque al estar al revés, el futuro ya había pasado. Recordó con amargura aquel final de un cuento de Borges (creo que era "Las Ruinas Circulares", a veces me falla la memoria)
Porque sucedió lo acontecido siglos atrás. Las ruinas del santuario del dios del Fuego fueron destruidas por el Fuego…”
Los ignorantes ocupaban todos los ministerios, cosa que hacía imposible que alguien pudiera acceder a una respuesta clara de su parte porque nadie les entendía una palabra y ellos, obviamente, NO ENTENDÍAN NADA. Los pocos cuerdos y coherentes que quedaban, se habían refugiado en un ghetto en las cercanías del Reino.
La Buena Pipa quería huir, pero el Asno no la dejaba porque quería ponerla al frente del nuevo sistema educativo del reino; sostenía que nada mejor para educar las mentes jóvenes que mantenerlos ocupados repitiendo un cuentodenuncaacabar. Pero la Buena Pipa tenía ética todavía y se negó rotundamente. Quería irse de allí y lo primero que pensó fue en la Biblioteca. Lo mejor sería consultar algún libraco que le dijera en qué lugar estaba la salida; pero en los estantes no encontró más que libros de Bricolage y Recetas de cocina, porque en el Reino del Revés jamás pondrían a un bibliotecario para manejar una biblioteca y le habían dado el cargo a Lita de Lázari que se la pasaba barriendo la entrada y pidiéndole a todo el mundo que se pusiera patines antes de entrar para que no le rayaran el piso… alfombrado. La Buena Pipa parecía atrapada en una remake de Alicia en el País de las maravillas pero… AL REVÉS, porque aquello tenía pinta de pesadilla eterna.
Después de varios intentos frustrados de salir por las buenas, se sentó en una plaza de cemento y lloró riéndose (era el Reino del Revés, ni el privilegio de las lágrimas tenían sus habitantes) con esa risa histérica que sólo generan los Asnos y los Locos con poder. No sabía cómo volver. En su reloj miró la fecha y confirmó que el tiempo en el Reino del Revés hacía lo que quería; allí era el 22 de octubre, pero del año anterior y... ya no pudo más. Se cayó al cielo pataleando y así siguió hasta que la encontraron, rendida detrás de dos macetas con carne picada, dos cartógrafas que habían hallado una salida al mundo real desde el ghetto.
Esperaron a la noche y se llevaron en andas a la Buena Pipa, que no será santo de mi devoción pero es siempre preferible a un Reino al Revés. Por la mañana le dieron unas cuantas provisiones para el camino y le dijeron por dónde tenía que salir.
Cuando el Cuento del Tío la vio asomarse al escaque negro del tablero, salió corriendo. Y así fue como llegó la Buena Pipa nuevamente al Blog y por eso tardó tanto en volver a hablar. Imaginen cómo estaría que ni intentó contarme el Cuento de la Buena Pipa…
Me pidió un café grande (ella toma café; yo, té de hierbas) y se puso a escribir. Así empezaba lo que podía leerse en la pantalla:
Blog, 23 de Octubre de 2008
Carta abierta de la Buena Pipa al Reino del Revés…
Hasta la semana que viene…

15 octubre 2008

La Cofradía PRESENTA HOY: "MAMMA MIA!" (para todas aquellas que fuimos "la Reina del Baile")

A mamá porque está ahí cada vez que imploro un “Mamma mia!”
Al parecer los posesivos están a la orden del día para las exclamaciones. Algunas son más religiosas (¡Ay! Dios mío), otras más edípicas (¡Mi madre!) y algunas son un poco de ambas y además bilingües como: My God! o Mamma mia!, pero me voy a quedar con esta última para abrir la Cofradía de hoy, cosa que me parece adecuada dada la altura de octubre además.
Vamos a convenir en que los tanos son, per se, hiperbólicos y edípicos: nadie cocina como la mamma, nadie amasa como la mamma, nadie es la mamma; por lo tanto no es extraño que la invocación ante situaciones límites sea “mamma mia”, amigas. Confieso que mi ADN está construido sobre la base de genes impregnados de italianos de todos los puntos cardinales de la península así que más de una vez me he encontrado gritando con los ojos desorbitados: “Mamma mia! ¿Y ahora qué carajo pasa?”
Porque las Mujeres Marca A.C.M.E. tenemos que tener siempre invocaciones de este estilo escondidas en la boca; porque son necesarias para tratar de comprender esas cosas que nos suceden de tanto en tanto y que nos dejan de vacaciones en el Reino del Revés unas semanas; porque el “Mamma mia!” hay que gritarlo a veces para que el mundo se dé cuenta de que estamos vivas aunque nuestro cuerpo se limite a las funciones vitales y discurramos la vida en un coma emocional; para sacudirnos la pena y sacarnos la rabia, para volver a mirarnos en el espejo y reconocer por ahí perdida a la que fue la Reina de una noche cualquiera, mientras todos la veían bailar vestida de rojo furioso el tema de “Mujer Bonita”… creyéndoselo; y porque algunas amigas de la Cofradía necesitan un buen grito que les sacuda las estanterías, aquí les dejo mi “Mamma mia!”
Tenía uno de esos días olvidables entre los brazos y salí a caminar. El pasado me perseguía sin remedio bajo la forma de unos cuantos mensajes de texto, parecía que la vereda se desarmaba mientras yo iba andando y para terminar de complicarla… era el domingo de un invierno mucho más absurdo que cualquier otro. El mundo no daba para más y decidí detenerlo un rato en la sala del cine. Miré la cartelera y nada me llamaba la atención hasta que vi “ Mamma mia!” en la pantallita de letras rojas que pasaban con los horarios detrás, como la respuesta a todas mis plegarias. En el afiche leí el nombre de la actriz principal y no necesité nada más para pagar la entrada y apropiarme de una butaca. Meryl Streep, decía el cartel.
No sé qué fue lo que pasó en esa sala de cine, pero cuando salí parecía primavera y definitivamente ya no era domingo. Tal vez fue ver a Meryl Streep absolutamente atemporal (esa mina ha bebido la piedra filososfal, sin lugar a dudas) saltando en la cama como una pendeja de 15 o tal vez fue volver a escuchar “Chiquitita” como la escuchaba mi mamá en el tocadiscos de casa cuando yo no tenía más de seis años; quizás fue el escenario mediterráneo de una isla griega a medio terminar sobre el agua azul. Nosénosénosénosénosénosénosénosé… algo pasó con esta película basada en las canciones de ABBA que generó en mí el mismo efecto balsámico que “La novicia rebelde” (y estoy diciendo palabras mayores con una afirmación de este tipo, amigas)
La peli se estrenó este año y está encabezada por la genial Meryl como ya dije y por el bonito Pierce Brosnan que no deja de partirme el coco desde que hacía de Remington Steele. El argumento es bien sencillo y es la excusa para las canciones: una mujer que es madre soltera, ha criado a su hija sola en una isla griega y no sabe con seguridad quién es el padre de la joven, que en la película se preocupa por averiguarlo e invita a los tres posibles candidatos a hacerse con su ADN el día de su boda. Sophie (Amanda Syefrieed), la blonda hija de Donna (Streep) y sus amigas por un lado y su madre con las suyas por el otro, jugarán una comedia de enredos, de secretos a voces y de recuerdos. Una hija más adulta que la madre, un amor inconcluso, una isla griega, la fuente de agua de Afrodita filtrándose en las grietas del patio... Perdón… ¿Alguien necesita algo más para teletransportarse a otro mundo? Y fiel a mi esencia, no pude no trazar líneas de puntos que unieran los años de uno de los miembros de la Cofradía (es la que escribe a veces, ésa que quedó desmayada con “La novicia rebelde”) con la historia de la película. Aunque con algunos cambios, la historia de Donna y de su hija me la trajeron al recuerdo instantáneamente: una mujer, su hija, un padre ausente, un amor viejo y una tonelada de pasado.
Sin embargo, a diferencia de Donna, ella sabe perfectamente quién es el padre de su hija (aunque a veces quisiera olvidarlo y pensar que una espora marciana hizo de las suyas mientras dormía sus 20 años y la embarazó), sabe que el conourbano no se parece a Grecia, que el Río de la Plata huele a mierda y no es azul como el Mediterráneo; y también está convencida de que el fulano en cuestión no va a venir a buscarla después de 21 años para proponerle casamiento (y está lejos de ansiar ese momento), pero no puede no pensar que el día que su hija se case o se vaya por ahí a probar la vida, ella se va a sentir igual que Donna.
Mamma mia mamma mia mamma mia! ¡Qué cosa rara que son los casamientos, los bautismos, los nacimientos! ¡Qué manera de congregar gente conocida en espacios reducidos!
En fin, si crecieron con ABBA en la casa mientras mamá hacía la limpieza de los sábados a la mañana y usaba la escoba de micrófono, o si tienen ganas de pensar en N A D A por un rato y comprobar que la Streep puede con cualquier papel que le propongan, alquilen “Mamma mia!” y después me cuentan.
A todas las madres: a las que son madres de madres de madres como mi abuela; a las que todavía no lo son; a las que eligieron no serlo pero que habrían sido de las mejores; a las que nos hacen levantar los pies para barrernos el piso mientras escribimos la Cofradía; a las que se fueron a decirle a San Pedro que no baldee descalzo que después se enferma y las nubes se humedecen todas; a las nuevas, a las experimentadas; a las que como yo no sabemos qué cosa tan importante hacíamos antes de ser mamás; a mi vieja y a la tuya les digo simplemente: PÁSENLA GENIAL y sepan que el “Mamma mia!” es un S.O.S. que se pasa de generación en generación.
¡Enséñenlo!
Nos vemos