29 julio 2008

La Cofradía PRESENTA: "COMO SI FUERA LA PRIMERA VEZ" (...porque no nos resignamos a las últimas veces)

¿Cómo sería vivir para siempre en una primera mirada? ¿Cuál sería el precio por experimentar ad infinitum el primer roce? ¿Sería lícito dar todos los días el último primer beso? ¿Qué se sentiría al aspirar el perfume del otro en el cuello después de un primer día juntos? ¿Hasta dónde llegan las primeras veces? ¿Por qué son tan importantes, si no siempre son las mejores? ¿Conocen a alguien que viva todos los días como si fuera la primera vez? ¡¡Uyuyuyuyuyuyuy!!, parece que la redacción de la Cofradía se clavó un Shirley Temple muy cargado de granadina porque está a un paso del coma diabético; o tal vez le pegaron mal ciertas lecturas niesztcheanas que estuvo haciendo para contrarrestar el efecto embaucador que las comedias hollywoodenses han ocasionado en su femenino cerebro. Lo cierto es que si la Buena Pipa llegara a ver cómo comenzó la redactora de la Cofradía este relato, la jubila. Es que la Cofradía también tiene su corazoncito azucarado, empalagoso casi y los días de lluvia le fermenta con la humedad, le aflora su karma de chica de telenovela y ¡zas! Al carajo todo el laburo de años en pos de la independencia cultural de los estrógenos.
Pero todo tiene su explicación (además de la lluvia de este lado y del otro del alma), porque esta introducción retórica que se mandó quien escribe la Cofradía se debe a la mala programación de los servicios de televisión por cable en los días nublados de vacaciones de invierno. Sí, es así como se los digo. Paso a relatarles, porque yo estaba por ahí cerca cuando ella pasó como relámpago al baño para munirse del rollo de papel higiénico mientras lloraba a moco tendido (a propósito si alguien me quiere explicar en algún comentario qué mierda significa “a moco tendido” estaría más que agradecida porque el ocio me pone quisquillosa con las cuestiones lexicales)… Sigo… La redactora de la Cofradía estaba ejercitando el músculo que más desarrollado tiene, ése que está debajo del dígito pulgar derecho, con el que maneja el control remoto en los días de tormenta. En otras palabras, hacía zapping mientras yo esperaba impaciente a que terminara de dar la vuelta por enésima vez a todos los canales; pero en un momento determinado, cuando ya no sabía si la del canal Utilísima hacía bricoladge con camarones o en el Actors Studio de People & Arts entrevistaban a Nazarena Vélez, le arrebaté el poder de las manos y como en la otra sostenía el Milka con almendras, quedó indefensa y no pudo hacer más que mirar cómo yo me agenciaba de la programación. Y empezó el problema… Siempre me gustó Adam Sandler, me hace reír mucho y no olvido que Drew Barrymore ayudó a ET a “telefonear a la casa”, por eso clavé la sintonía en la película “Como si fuera la primera vez” que en inglés se llama “50 first dates” (“Cincuenta primeras citas”) y la obligué a mirar otra vez una comedia romántica estilo “happy end” de ésas que muchos de mis lectores más intelectuales encuentran deplorables y otros adorables. “Como si fuera la primera vez” (2004) cuenta la historia de Lucy (Drew) que después de un accidente que la dejó sin memoria a largo plazo (una Memento menos dark) vive todos los días en el domingo 12 de octubre (día en el que estrelló su cabecita contra una palmera) y conoce todos los días a un biólogo marino (Adam) que se enamora de ella en la primera cita y debe conquistarla todos los días, sencillamente porque ella cuando se duerme, lo olvida irremediablemente. La redactora de la Cofradía primero se hizo la desentendida, no le dio pelota a la película pero después de un rato de ver cómo el pobre tipo la conquistaba todos los días otra vez, se puso a llorar una catarata de primeras veces sobre el sofá, salpicó hasta las paredes, tanto que costaba distinguir si los hilitos estirados de agua estaban adentro o afuera de los vidrios de la ventana. Mea culpa mea culpa mea culpa, fui yo que no pensé que una inocua comedia romaticona marca USA iba a hacer mella en los ovarios de amianto de la redactora y nos iba a recibir hoy con tantos interrogantes. Es que a veces las cosas más impensadas son como pequeños anzuelos (tiembla Gèrard Genet) que sacan del fondo del río de Heráclito tantas cosas: chupetes viejos, una que otra goma pinchada, diarios descoloridos, lentes sin vidrios, libros sin flores secas adentro, un papel de Tofi bien doblado, un boleto de tren… tantas cosas que fueron primeras veces que asusta verlas por segunda vez. Cuando se calmó le pregunté qué bicho le había picado a ella que era lo más parecido a la punta del iceberg contra el que chocó el Titanic, y me dijo (ajusticiando el metro número setenta y cuatro del papel higiénico), que no lloraba por las primeras veces perdidas por ahí, ella lloraba porque no encontraba por ningún lado aquella última vez y no se acordaba en qué lugar la había dejado. Ya se le va a pasar, pensé. La semana que viene (si no llueve), vuelve a ser la misma de siempre. Por eso terminé de escribir yo esta vez. La dejé en el sofá, le puse ESPN en el televisor (para evitar recaídas) y le acerqué a la mano un rollo del papel de cocina, que después de todo tiene mucho más chàrme que el otro.
¡¡Hasta la semana que viene!!

24 julio 2008

La Buena Pipa completa la línea de puntos

La primera historia de la Buena Pipa nos situaba en una oficina pública tratando de completar un trámite. Como en las Mil y una noches, cuando Sherezada empieza a contarle al Sultán la historia de Sherezada contándole historias al Sultán, así también la Buena Pipa nos vuelve a llevar cariñosa, de la manito, a una oficina pública, esta vez para completar un formulario que necesita ella para permitirnos seguir en el Blog. En la Oficina están: la empleada, la otra empleada se llama Susana, estoy yo y La buena Pipa que ha venido a vigilar que no me escape de la página haciendo “Delete –Enter”

“Marque acá con una cruz, no con un tic, una cruz, si no, no lo lee la computadora”, “Firma y aclaración”, “Firma y Aclaración de la Firma y Aclaración”, “Encierre con círculo lo que NO corresponda”, “Encierre con un círculo lo que corresponda”, “Si responde sí a algunos de estos ítems continúe en la página cuatro, si no, regrese a la página dos” “Complete el apartado “Observaciones en la línea punteada (aunque la línea de puntos tenga tres centímetros de largo y nuestras observaciones rebalsen por los cuatro costados)”, “¿Compró el formulario rosa?, no, para este trámite era el formulario Rosa Dior, no el Rosa Bebé. Vaya y compre el que corresponde”, “¿Cómo que la del mostrador de enfrente le dijo que no se hacen más los formularios Rosa Dior? (a la empleada del mostrador de Formularios Rosa Dior ahora Amarillo Patito) ¡Susana! ¿Cómo que ya no se usan más los formularios Rosa Dior? ¿Ah, sí, qué resolución dijiste? ¿Y yo la firmé? Ah, tenés razón, lo que pasa que en esa reunión a mí me tocó juntar la guita para las empanadas y me perdí el cambio de color. Che, ¿viste al nuevo de Atención al Cliente?, dice Marita de Mantenimiento que no le vio alianza…”, “Bueno, vaya y compre el formulario Amarillo Patito y completelo, después vuelva (A Susana), bueno, te decía que Marita me dijo que no le vio alianza … Sí, claro a lo mejor no usa, pero qué sé yo es un buen comienzo, ¿No?", “Le dije, Amarillo Patito no Amarillo Limón. No, no tienen devolución, si quiere se para en la puerta y los ofrece a los que entren, a lo mejor hace negocio.” La Buena Pipa está en todos lados y también aparece sentada, comiendo bizcochos de grasa y tomando mate, detrás de las líneas punteadas de los formularios. Estos últimos tiempos y por motivos ajenos a mí (nadie quiere hacerlo si no lo obligan) he tenido que completar diversos formularios en distintas dependencias públicas y eso me ha llevado a un análisis concienzudo de lo que implica para una Mujer Marca ACME como yo (y no debo ser la única, de esto estoy cabalmente convencida) completar, llenar esos optimistas casilleros que pretenden cargarse de información en unos pocos centímetros.

La Buena Pipa de los formularios es sumamente estructurada y nos escalona la tortura paso a paso, porque si nos equivocamos, tenemos que comprar otro formulario y volver a empezar. En primer lugar, cuando uno se enfrenta al papel repleto de cuadros y líneas punteadas, lo primero que aparece es el temor a completarlo mal, el miedo que genera no poder usar corrector y someternos al escarnio público de que el empleado/a de turno nos diga a viva voz detrás del vidrio que lo protege de virtuales tomatazos: “Esto está mal completado, señora. Vaya a mesa de entrada, haga la cola nuevamente para buscar otro formulario y después póngase en fila para ver si ESTA VEZ lo hizo bien.” Luego, tragarse el orgullo, disimular las mejillas rojas y los nudillos blancos apretando el formulario inutilizado por nuestra falta de capacidad (ahora comprobada) para completarlo y volver a realizar el periplo una segunda vez.
Sin embargo y de manera paralela, van surgiendo en mí interrogantes mucho más íntimos que los que pueden interesarle al Estado, porque el acto de llenar el papel es absolutamente individual y único (a nos ser que uno haga los trámites con una amiga aún más inútil que uno para estas cuestiones, aquí la cosa cambia y deja de ser un acto silencioso para transformarse en una sesión de terapia de grupo), es íntimo decía y a mí particularmente me hace replantear aspectos de mi vida que tal vez, quedarían adormecidos detrás de la silla turca si no tuviera que llenar otro formulario más, porque la Buena Pipa parece que tiene una empresa en el mercado negro del tráfico de papel, si no, no se explica que tenga que llenar un formulario para avalar el formulario que ya completé.
Porque... Si uno llena uno, no pasa nada; dos, sigue siendo automático; después del tercero la situación cambia. Ese acto sencillo, en apariencia, se transforma en una radiografía de cuerpo entero y vemos nuestra vida resumida en unos cuantos espacios blancos y rectangulares, en cruces, ticks, en “sís” o “nos” redondeados según corresponda. Por ejemplo, lo primero que se pide en la mayoría de los casos es NOMBRE Y APELLIDO, con este simple pedido pueden aparecer una serie de interrogantes que harían tambalear a más de un diván. Al escribir el nombre uno empieza a pensar en por qué nuestros padres nos pusieron el nombre de una tía que no conocimos, o el de un padrino que jamás apareció o en el peor de los casos, el nombre de la protagonista de una novela que se la pasó sufriendo los 9 meses que duró la tira. Entones mientras completamos la línea de puntos nos acordamos de Freud, del analista, de mamá, de papá y de la abuela también.
Segundo problema: EDAD. Uno podría simplemente colocar 33 años por ejemplo, pero cuando ya llevamos unos cuantos formularios completados, ya no es sólo “33”, es como dicen todos: “la edad de Cristo, tenés la edad de Cristo” y la verdad, es muy poco feliz la comparación porque a Cristo a esa edad lo clavaron a una cruz y lo coronaron con espinas. ¿Qué clase de oscuro vaticinio, entonces, encierra la edad? ¿Por qué los médicos usan ese número para constatar que estemos respirando bien? ¿Qué efecto esclarecedor tiene ese número en nuestra caja torácica? ¿Por qué no, “22”, por ejemplo? ¿O “44”? Lo cierto es que yo cada vez que tengo que poner la edad en un papel, pienso dos veces antes de poner 33 o “COMPLICADA”.
Tercer problema: ESTADO CIVIL. Un tema aparte, especialmente cuando uno sólo tiene aquel con el que nació: SOLTERA y la edad que completamos arriba asume el mote de “COMPLICADA”. El estado civil también es digno de análisis. Cuando no hay estado civil para completar o al menos no aparece la opción que deberíamos marcar: “ANESTESIADO”, comenzamos a escuchar los cascos del reloj biológico que nos galopa en el oído y aparecen todos los pendientes que vinimos retrasando con clases de GAP (para los menos entendidos: glúteos, abdominales y piernas), pilates y cantidades industriales de cremas con propiedades que rayan en la hechicería. Y se nos hace carne aquello que Susanita de Mafalda le responde a la maestra cuando le pide que conjugue los tiempos verbales: “Futuro Perfecto de Amar: HIJITOS”, mientras nosotras imaginamos el futuro sentadas en una mecedora acariciando un gato gordo, viendo una novela brasilera mal doblada y comiendo una barrita de cereal (light, obvio).
Por último y no menos problemático es el casillero a completar en el que se pide que se indique el SEXO. Una “F” y una “M”, a eso se reducen años de batallas sexistas, cuando realmente y en casos particulares, uno piensa en otras cosas cuando lee SEXO y entonces se cruza por la cabeza la loca idea de agregarle a las ya mencionadas consonantes una “E” de ESPORÁDICO, sobre todo si en los casilleros de arriba ya nos cuestionamos escribir: COMPLICADA y ANESTESIADO; porque la adolescencia cada vez dura más según los sociólogos y la palabra “pareja” a determinada edad se transforma en un arcaísmo que la Real Academia Española está por quitar del diccionario en su próxima revisión. La Buena Pipa nos lleva y nos trae de los casilleros para volver a empezar: “Firmayaclaraciónfirmayaclaraciónfirmayaclaraciónfirmayaclaración” ¿Qué más podemos aclarar si con tanto papel para llenar, hemos llegado a cuestionarnos el NOMBRE, el APELLIDO, el ESTADO CIVIL, la EDAD, el SEXO, y hasta nuestra propia FIRMA y ACLARACIÓN?
La Buena Pipa se ríe de mí detrás de estos últimos seis renglones porque es un tema todo esto de llenar formularios y lo cierto es que lo único que han logrado en estos últimos tiempos en mi vida es abultar la cuenta bancaria del analista, acrecentar el consumo de Carilinas, sacar el Free Pass en el gimnasio para poder ir todos los días y llamar a mamá día por medio para reprocharle que me haya puesto el nombre de la protagonista de “Rolando Rivas, taxista”.
NOS VEMOS LA SEMANA QUE VIENE (SI COMPLETÉ BIEN EL FORMULARIO, OBVIAMENTE)

21 julio 2008

La Cofradía del Ovario PRESENTA: "CÓMO PERDER A UN HOMBRE EN DIEZ DÍAS" ( o nuestra propia versión: CÓMO ENCONTRAR UN HOMBRE EN DIEZ AÑOS)

Él intenta un acercamiento romántico, sabe que viene con las 33 de mano; ella lo invitó a pasar después de dos semanas de “tesaludoenlapuerta”, de jugar con el elefantito del llavero antes de abrir la reja del frente. Es más, él ha llegado a detestar a ese elefante asexuado que lo mira burlón cada vez que ella lo saca de la cartera como diciendo “cantame el Elefante Trompita que me gusta.” Sin embargo hoy el elefante, al arbitrario estilo patovica, le ha abierto la puerta de entrada. Están en el living, frente al hogar; él la toma de la cintura y en un arranque de Brad Pitt en Sr. y Sra. Smith se deja caer con ella en el sillón. Hasta ahí todo bien, pero de pronto ella se frena en seco y le dice: “No acá no, porque Carlos Alberto se va a enojar, éste es su sillón.” Él se levanta como si tuviera un resorte en el huesito dulce y le dice: “pero no me dijiste que eras soltera” y ella: “Claro que soy soltera, pero este sillón es de Carlos Alberto y después quién lo aguanta si…”; él cree entender “¿No me digas que vivís con tu viejo?” y ella: “No, papá vive afuera, es ecologista y ahora debe estar delante de algún barco tailandés en plena campaña para rescatar langostinos no natos”; él: “Ah, ¿y quién mierda es Carlos Alberto?, ¿tu hermano?”; ella: “No, tonto, Carlos Alberto es él.” En ese momento de la cocina sale un gato gordo (que bien podría haber sido aceptado en Cuestión de peso Felino), blanco y negro con cara de pocos amigos como todo gato quien, mirando displicente a ambos, se sienta en el sillón. A él se le suicida la testosterona al instante. Se va aduciendo un malestar estomacal incipiente y ella acomoda a Carlos Alberto en su sillón antes de despedirlo en la puerta mientras el elefante del llavero se caga de risa como Patán, el perro de Pierre Nodoyuna. La Cofradía sabe de buena fuente que cosas como éstas ocurren en la vida real. Misteriosamente hay hombres que soportan estoicos situaciones terribles con mujeres que le disputan el puesto de psicópata a ambos Bates (Norman en Psicosis o a Kathy en Misery) y otros que al menor contratiempo huyen despavoridos llevándose consigo miles de promesas hechas y algunas otras por hacer que quedan en la Bandeja de Salida (como un SMS).

Otra vez la vida real metiéndose en la pantalla grande, así que...otra vez los pochochos, el sillón (el nuestro, no el de Carlos Alberto) y el DVD para ver una comedia romántica protagonizada por el boooonito de Mathew Mc Ghonaghy y la blonda Kate Hudson, Cómo perder a un hombre en diez días. La peli es del año 2003 y cuenta la historia de una doble apuesta en la que ella tiene que hacer todo lo posible por ahuyentar al Fulano en cuestión para escribir un artículo en la revista para la cual trabaja (como si una no pudiese inventar en lugar de experimentar con el pobre Mathew que está comestible en esta película) y él para ganar el liderazgo de una campaña publicitaria debe enamorar en diez días a una mujer elegida al azar por su jefe. Amigas del Estrógeno, que su autoestima no se arroje de cabeza al inodoro: él le soporta todo por una sencilla razón… ES UNA PELÍCULA. Créanme, a ciertos miembros de la Cofradía los han dejado por mucho menos y en no más de diez minutos, pero ésa es otra historia. El tema es que a la inversa de lo que le ocurre a Kate con Mathew que quiere perder a un hombre bueno, bonito, sensible, sexy, trabajador y compañero (aclaro que la película no es de Épica Fantástica al estilo El Señor de los Anillos, es una COMEDIA ROMÁNTICA y que algún hombre que reúna al menos tres de esas cualidades, debe existir), nosotras queremos hallar a un hombre así y no hemos tenido tanta suerte. Algunos miembros fundadores de la Cofradía llevan años tratando de encontrar un hombre así (algunas fanáticas de la Ciencia Ficción, llegan a la década cómodas) sin éxito. Tal vez están jugando a la escondida y no nos han avisado, tal vez son seguidores de Lost y se han autoperdido en una isla inexistente, tal vez son pocos y de otras, tal vez atienden otros teléfonos, tal vez esperan señales de humo o palomas mensajeras, tal vez “no están listos para esto” o tal vez “no sos vos, soy yo”… Sea el caso que fuere, es evidente que nos quedan muchos caminos a seguir y no todos conducen a Roma: o nos quedamos en casa mirando como Kate le rompe la boca a Mathew mientras el perro le hace pis en la mesa de pool o nos compramos un GPS o, en el último de los casos, nos ponemos a gritar “¡Piedra Libre para Fulanito detrás del Ford Ka Gris!”, a ver si de casualidad la pegamos y alguno sale de la cueva antes de que expire el primer decenio del siglo XXI.

A gritar, amigas, que la Cofradía promete caramelos de menta y miel para calmar los dolores de garganta si pasan más de diez días y no pasa naranja.
¡Nos vemos la semana que viene!

14 julio 2008

La Cofradía del Ovario PRESENTA: LOS PUENTES DE MADISON (para nosotras, "La historia de una manija")

Diluviaba, una cortina de agua impedía que se vislumbraran siluetas más allá del vidrio de la ventanilla del auto, pero yo sabía que estaba ahí, esperándome, aguardando estoico que yo tomara la decisión de salir, de empaparme, de mirarlo fijo y prometerle que me quedaría con él. Yo veía mi mano sobre la manija de la puerta del auto como si no me perteneciera, como si fuera de otra, de otra que quería salir, otra que no era yo, otra a la que nada le importaba si podía conseguirlo a él. Sólo tenía que cruzar la calle. Un trueno de dimensiones colosales me despertó del trance, miré a mi alrededor, mi hija dormía en el asiento de atrás, yo no llevaba abrigo y en lugar de abrir la puerta, puse primera y arranqué; después de todo, chocolates venden en todos lados, tal vez en alguna estación de servicio con techo podría bajar del coche sin mojarme. Si un chocolate no amerita un chaparrón en la espalda… ¿Un hombre, sí? Ustedes me dirán la respuesta cuando terminen de leer. Todavía llovía cuando llegué a la sede de la Cofradía y sin dudarlo saqué de la videoteca “Los puentes de Madison” esa memorable película en la que Clint Eastwood dejó de ser Harry el sucio para convertirse en un dulce de leche y Merryl Streep confirmó que puede con cualquier papel que le propongan. En la ficha técnica el resumen del argumento de este film de 1995 dirigido por el propio Clint (basado en una novela de Robert James Waller), dice que Francesca (Merryl Streep) vivía en Madison con su esposo y sus hijos adolescentes y un fin de semana en el que estaba sola, aparece un fotógrafo (Clint Eastwood) que le mueve la estantería y se la deja desacomodada para siempre. Viven un amor de cuatro días hasta que llegado el momento de decidir, Francesca se queda en Madison con su marido y sus hijos y la historia de ese amor se conoce cuando ya muertos ambos, los hijos de ella encuentran los restos de ese amor en un arcón en la casa de su madre. En la Cofradía compramos Carilinas al por mayor y esa tarde consumí la mitad del stock, porque siempre me pasa que en películas como ésta, la ficción me gana entera, siento por completo salpicada el alma con la lluvia y siempre me quedo con la mano estirada tratando de levantar la manija de la camioneta en la que Merryl (Francesca) espera al marido mientras ve al amor de su vida empapándose del otro lado de la calle que la mira decidirse detrás del cristal de la ventanilla. “Los puentes de Madison” es la historia de una manija, en definitiva, de (y aquí vamos con las frases hechas) tomar el toro por las astas, de agarrar la sartén por el mango, en definitiva de decir que “Sí” o que “No” cuando lo que queremos decir es que “Ni” o que “So”, porque quién ha dicho que decidir es siempre lo mejor, por qué no se puede estar así, bifurcada, con la mano en la puerta del auto todo el rato que queramos, ¿por qué no podemos salir corriendo del auto y abrazar a Clint mientras vemos que esa otra que éramos se va con nuestro marido a preparar la cena para los chicos? La literatura ha creado puentes magníficos, ¿por qué en Madison no puede haber puentes como en el Budapest de la “Lejana” de Cortázar, puentes que nos conviertan en otra, eh? ¿Por qué para Alina Reyes que también “es la reina y…”, sí y para el resto de los mortales no es posible ser otras, completar otras historias? ¿Qué misterio tienen los puentes en Madison que no logran hacer que a Francesca todo le importe un bledo y se vaya a cualquier lugar del planeta a sacar fotos para la National Geographic con Clint? Estadísticas realizadas en la Cofradía han arrojado como resultado que todas habrían abierto la puerta de la camioneta verde y se habrían entregado a la pasión hasta el The end. Sin embargo, hay cosas por decir en favor de Francesca. En la Cofradía, como nuestra materia prima es la progesterona y nuestra Madrina Institucional es la Gata Flora, pensamos en lo que hay después de la pasión. ¿No es preferible comerse un Milka de golpe sabiendo que es el último o que no podemos volver a comerlo en años a no comerlo? ¿Si una se pasa la vida comiendo galletas de gluten y de pronto aparece un chocolate con almendras y lo derretimos en la boca una y mil veces… cuánto tiempo tardaremos en matar por un Bagó Hepat para palear el ataque al hígado? Quizá Francesca-Merryl era una preclara y no una soberana pelotuda, y vio que vivir con el recuerdo de la pasión intacta, sin el desgaste de la costumbre era lo que la salvaría de despertarse todos los días en la misma casa, con la misma cara a su lado, haciendo las mismas cosas.
No sé, como vocera de la Cofradía, no debería enviar un menaje confuso pero la Gata Flora me contagió su virus y no logro decidir si matar a Merryl o aplaudirla. Lo cierto es que si no bajé del auto por un chocolate, me cuesta pensar en bajar por otra cosa, tal vez porque antes de pensar en bajar del coche por alguien, debería tener sentado al lado a alguien que maneje, si no, no tiene gracia. Por ahora no me queda otra más que pensar en la importancia de los puentes en la vida de una mujer, en lo que unen, en lo que separan, en lo que se llevan, en lo que ocultan, en lo que callan, en lo que gritan, en lo que prometen y en lo que traen. El gran Buenos Aires tiene tantos puentes que en alguno debe estar Clint esperándonos… ¿Cuál será nuestro puente: el Pueyrredón, el Avellaneda, la Autopista, la Noria… ? Me parece que ya es hora de que en lugar de cruzarlos, hagamos un piquete en cada uno de ellos para ver si aparece nuestro Eastwood por algún lado, así agarramos la manija de una vez por todas y nos lleva a sacar fotos por ahí. Total, si nos aburrimos, siempre nos quedan los Milka con almendras tostadas para capear la tormenta. ¿Cuántos puentes habría en Madison? ¿En cuál de ellos Merryl se dio cuenta de que Clint era solamente un paréntesis y no unos buenos puntos suspensivos? Tarea para el hogar, amigas de la Cofradía
¿Abrirían la puerta de la camioneta o se quedarían en Madison contando los puentes? Espero respuestas…
¡Hasta la semana que viene!

10 julio 2008

La Buena Pipa y los laberintos (a todas las tías Laura que conozco y a sus intrincados laberintos)

La línea recta, la desconozco (Magister dixit, 2006)
Esta semana los cuentos populares estaban de feriado, no había noticias nuevas, no habían salido porque estaba horrible y como, encima, no nevaba, para evitar el aburrimiento se pusieron a Jugar al Estanciero, pero como tenían a todas las fichas al costado de los escaques haciendo nada porque esperaban la votación en el Senado, se aburrían en gran medida y decidieron hacer algo loco.
La Buena Pipa fue desafiada por el Mito de la Gata Flora, por el Cuento del Tío y por el Gran Bonete (ése al que se le ha perdido un pajarito… el eterno problema de la Humanidad); el desafío consistía en entrar a un laberinto, en su propio laberinto semántico y salir cuando se terminara la página en la que yo estoy escribiendo. La Buena Pipa pensó que era pan comido aunque no descartó que necesitara ayuda. Entrar en un laberinto de palabras era cosa de Mandinga, especialmente para ella que repetía hasta el hartazgo una sola frase; el único vate que había salido airoso de un laberinto de palabras era un hombre ciego de nombre Jorge que había logrado trascender las palabras, simplemente porque no las veía. La Buena Pipa estaba complicada pero no iba a bajar la guardia frente a la Gata Flora precisamente, así que recordó a una tía suya que había sido elegida por el espíritu del vate para recibir e interpretar mensajes a través de la materia “incoherente y vertiginosa de la que se componen los sueños.” Su tía era un caso extraño de personalidad múltiple, era en sí misma un laberinto de ideas todas opuestas y peleándose y por este motivo era muy complicado llegar a la original; creo que porque todas eran las originales y como sostenía Pereira en la única novela potable que leí de Tabucchi: todas ellas eran una asamblea de tías que democráticamente cedían la voz a la que en el momento de hablar estaba lista para hacerlo; porque mientras una de ellas hablaba, la otra se hacía la planchita, otra se mataba en el gym, otra escribía una novela, otra era un personaje de novela, otra corregía, otra simplemente se dejaba estar en la hamaca paraguaya, otra viajaba por el mundo en globo, otra escuchaba en sueños a Borges y otra se reía de mí (no CONMIGO). Cuando la Buena Pipa llegó a pedirle auxilio, la tía estaba sentada tejiendo una bufanda repleta de flores (lo más parecido a una sucursal del Botánico para cuellos) y la barajó con una frase que en otra persona era síntoma indudable de Alzheimer pero en la tía cobraba otra significación (no me pregunten cuál, es más La Buena Pipa tampoco lo sabe): “Nena, ¿no seré superhéroe? ¿Cuál será mi kriptonita?” La Buena Pipa pensó que una de las tías estaba en sesión plenaria en el Salón de la Justicia y no quiso molestar así que esperó a que apareciera la tía de los laberintos y le pidió que la guiara para entrar y salir de aquel laberinto semántico que le proponían los demás cuentos populares. La tía tomó dos o tres mates (mientras ajusticiaba la docena y media de facturas que la Buena Pipa le había llevado para desayunar… es que ellas eran tantas bocas que alimentar…) y después le dijo: “Hay una sola forma en la que podés entrar y salir de tu propio laberinto, nena: preguntá lo que siempre preguntás y cuando te respondan, hacé silencio. Sin palabras, no hay laberinto de palabras. La gente no sabe valorar el silencio.” La Buena Pipa salió corriendo a demostrarles a la Gata Flora, al Gran Bonete y al Cuento del Tío que ella también podía salir de su propio laberinto, pero no pudo pavonearse con su hallazgo porque no había nadie en la S.C.P.R. : Sede de Cuentos Populares sin Resolución. La Gata Flora no se decidía entre quedarse o irse y terminó hartando de manera tal al Gran Bonete que éste le dijo: “Vení, vamos a buscar al pajarito que se me perdió, cuando lo encontremos, volvemos.”; el Cuento del Tío vio pasar a dos jubilados que habían cobrado el aguinaldo y pensó que el deber lo llamaba y también se fue. Así que la Buena Pipa sabía cómo entrar y salir del laberinto y no había nadie para apreciarlo. Era la historia de su vida:
“¿Querés que entre en el laberinto?, “Sí”, “Yo no te dije que “sí”, yo te pregunté si querías que entrara al laberinto.”
Cansada y con la desilusión a cuestas la Buena Pipa terminó el feriado volviendo a casa de su tía a terminar lo que había quedado de las facturas (es muy ilusa la Buena Pipa en el fondo, porque de las facturas sólo quedaba el recuerdo entre manchas de dulce de leche) y a tomarse unos mates más; sin embargo cuando llegó nuevamente al jardín de la casa de la tía encontró un papelito escrito con varias caligrafías diferentes (al parecer en eso se pusieron todas ellas de acuerdo): “Dejo a mis varios porvenires (no a todos) mi jardín de senderos que se bifurcan.” (seguramente el viejo vate le prestó la frase, sólo a ella que era su elegida, obviamente) La Buena Pipa, masticaba la mitad de una toritita negra que la tía había olvidado debajo del tejido mientras comenzó a caminar con la certeza de que en cualquier lugar podía encontrarse con una de las tantas que era su tía para decirle a cada una y a los gritos:
¡¡¡FELIZ CUMPLEAÑOS, TÍA LAURA!!! Nos vemos el jueves que viene.

07 julio 2008

La Cofradía del Ovario PRESENTA: CASABLANCA (¿Quién quiere a un hombre del sigloXXI?)

No existe un solo miembro de esta Cofradía que no sienta que se le infla con helio el ego femenino con el final de Casablanca. Creo que en el fondo (muy en el fondo y a la derecha) las integrantes de la Cofradía son unas románticas incurables que necesitan volver al amor de los clásicos del cine para recargar las pilas que la realidad les agota (como al conejito de la publicidad de Duracell, pero al que no usa Duracell); porque no conozco a nadie que haya visto Casablanca y que no haya tenido reacción. Amebas o Paramecios Ciliados (sentimentalmente hablando) debe haber por ahí, a quienes nada, ni Ingrid Bergman subiendo al avión con el marido, les mueva un pelo; pero esta película siempre genera emociones, y a nosotras nos genera todas las emociones juntas. Por eso aquí va nuestra interpretación de Casablanca. La ficha técnica ubica su estreno en 1943, en plena Segunda Guerra Mundial. Las connotaciones del título son evidentes en una lectura propagandística del film: una “Casablanca” rodeada de nazis que sale airosa y logra burlar la logística del Eje cuando el personaje de Humphrey Bogart pone en un avión al amor de su vida y a su marido, Víctor Laslo; o la escena en la que frente a la policía nazi, todos cantan la Marsellesa con la mano en el pecho como se canta el Himno Americano.
Sin embargo, poco nos importa a nosotras, el jaque mate a los alemanes. A nosotras nos interesa Sam (el pianista negro, parecido al del Chocolate Águila) tocando de nuevo “Según pasan los años”, una canción que fue el emblema de una generación y que todavía hoy nos pone salada la mirada cuando la escuchamos, porque los años pasan y se llevan en el baúl tantas cosas... Resumiendo: Humbprey, enamoradísimo de Ingrid (que hace su aparición apelando a la memoria emotiva del pobrecillo de Rick, el personaje de Bogart) la ayuda a salvar al marido, en un renunciamiento apoteótico que tiene como marco a Casablanca, una ciudad marroquí que se usa de trampolín para emigrar a EE.UU. Imaginen una historia actual en la que un Fulano al que dejamos, nos ayude a salvar nuestra historia con un Menganito nuevo. Es decir, que nos haga de confidente, que se juegue por nosotras y nos ayude “Según pasan los años”…
Nanananananananana… a mí que me cuenten uno de gallegos que me causan más gracia… ¿O acaso alguna de mis lectoras o alguno de los miembros de la Cofradía conoció alguna vez a un Hombre Casablanca? ¿Existirá ese hombre desinteresado o interesado simplemente en nosotras más allá de los espurios y testiculares intereses característicos de su rango? Una de las integrantes de la Cofradía suele repetir “Yo no soy incrédula, lo que pasa es que a mí, la vida me engañó” y cuando la interrogamos acerca de la existencia de este tipo de hombre comenzó a reírse de manera tal que terminó hiperventilada respirando dentro de una bolsa de papel y ya no pudimos preguntarle nada más. Lo que pasa es que la Cofradía no tiene registros de actos desinteresados por parte de los hombres que conocemos, no podemos imaginarnos a ninguno de los que han transitado nuestros rincones, emocionándose hasta las lágrimas con una canción y , definitivamente, ninguno nos ha cantado con o sin piano el “You must remember when…” de la película, que Sam toca a pedido de Bergman y sin permiso del pobre Humphrey que es un duro con corazón de palomo mensajero. La Cofradía por unanimidad ha llegado a la conclusión de que a los hombres del siglo XXI les falta un marco narrativo para contar historias, es más creo que a Bogart lo ayudó bastante la geografía en la película. Ahora los hombres ni siquiera conversan, mandan SMS o “hablan” por el MSN, el marco narrativo lo dan algunos de los emoticones que usan para “expresarse” (esto en el mejor de los casos); por este motivo, la Cofradía se ha avocado a conseguir una máquina del tiempo que lleve a sus miembros más vapuleados a las épocas de los Hombres Casablanca para que vuelvan a creer en la testosterona más allá de las sábanas y decoren el cuaderno con corazones sin flechas mientras tararean “Según pasan los años” y no “Appetite for destruction” de Guns N' Roses. ¡¡¡Queremos un Hombre Casablanca, pero no para subirnos al avión con Laslo, si no para quedarnos en Marruecos andando en camello!!! La cofradía NECESITA volver a creer que existen hombres así (si son un poco más altos que Humphrey Bogart, mejor) por eso, hoy les dejamos una línea de puntos suspensivos estirados para que pongan allí el nombre de algún Hombre Casablanca, porque nosotras no conocemos ninguno.
Es más, si aparece alguno, prometemos donar una sala completa al Museo de Ciencias Naturales con una réplica a escala de dicho hombre para que comparta cartel con el Tigre Diente de Sable en el ala de especies extinguidas de la mencionada institución.
COMPLETE LA LÍNEA DE PUNTOS (si puede)……………………………………………………………..............
¡Nos vemos la semana que viene!

03 julio 2008

La Buena Pipa y las entrevistas laborales

Confieso cierta ingenuidad en mis interpretaciones semánticas, cierta ligereza en las etimologías y esto me ha valido más de un Cuento de la Buena Pipa…Pero no quiero aburrirlos con dilaciones gramaticales. Por eso, vayamos al tema de hoy: ¿Qué quiere decir para una persona como yo la expresión “Recursos Humanos”? Hasta hace un tiempo, cuando poseía una marcada falta de experiencia en estos sectores empresariales, la expresión Recursos Humanos o RRHH (que es más fashion y disimula la palabra “humanos”) quería decir: “todos aquellos recursos que hay que tener en cuenta cuando se trabaja con seres humanos”, siendo el primero de ellos, sin lugar a dudas: “tratar a las personas como humanos no bien entran en una oficina de RRHH”; sin embargo no es así en la mayoría de los casos. Un marcado interés por indagar en estas cuestiones me ha llevado a presentarme en diversas entrevistas de trabajo (sólo por eso, nada más, como una especie de desafío frente al hastío diario, como un hobbie bizarro o un deporte que no implique la utilización de más de dos o tres músculos); y a lo largo de este estudio pormenorizado del Área de RRHH de las empresas y su relación con las entrevistas laborales, he llegado a ciertas conclusiones que son en sí mismas pequeños cuentos de la Buena Pipa encadenados unos tras otros formando una intrincada trama narrativa que se teje casi como una telaraña y nos deja expuestos, inútiles y a merced de los jefes de RRHH. El vértigo de la entrevista laboral comienza cuando con resaltador marcamos en el diario un aviso clasificado de empleo para el que consideramos estar capacitados, leemos atentamente todo aquello que lleva al costado derecho la palabra “excluyente” que en cristiano quiere decir “si no sabés esto, ni en pedo te llamamos” y concluimos en que realmente podríamos desempeñar ese tipo de tarea con éxito. Respondemos al aviso por mail y abrimos nuestra casilla de correo electrónico en los días siguientes con ansias de encontrar una ignota dirección que responda cuándo y dónde nos esperan para entrevistarnos; otras veces, por teléfono una voz impersonal (que nos trata como nos trataba la Directora del Colegio en primer grado), nos anuncia que el Sr. Director nos espera tal día a tal hora, como una fórmula de cortesía nos pregunta si “ese” día podemos (porque en RRHH son siempre corteses y amables, con esa clase de amabilidad premeditada detrás de la cual se lee “I have the power!”, porque además en RRHH son bilingües) y nosotros que queremos ocasionarle la menor cantidad de inconvenientes al Sr. Director y a su secretaría, arreglaremos nuestros horarios de manera tal para que ese día a esa hora podamos estar frente al Director, arregladas y perfumadas esperando que haya leído nuestro CV (curriculum vitae) y vea que ciertamente estamos capacitadas para el puesto que ofrece. Por fin llegamos delante del gurú de los RRHH, que nos mira por encima de los lentes como si nos hiciera el favor de atendernos por haber enviado una solicitud de empleo que ellos pidieron por medio del diario. Aconsejo (porque la experiencia que me ha dado esta investigación es amplia y vasta) que jamás supongan que quien los entrevista ha leído su CV, seguramente han mirado el título, la edad y el teléfono, por este motivo, deberán relatarle la experiencia laboral que poseen para ese cargo, deberán repetir las referencias y contactos que poseen para corroborar que no hayan inventado doce años de sus vidas en dos hojas tamaño A4. Si el CV dice que manejan el idioma inglés, el que los entreviste les preguntará: “¿Maneja el idioma inglés?” y ustedes dirán: “Sí” (tratando de ocultar en una sonrisa el “pelotudo, lo tenés escrito adelante”); serán interrogados con obviedades que podrían haberse resuelto leyendo el CV, en ciertos casos es posible que les pregunten: “¿Sexo?” (como al colocar el nombre en el CV no colocamos a modo de aclaración: “sexo femenino” por ejemplo, una puede suponer que le están preguntando otra cosa, jamás respondan algo como “esporádico” o “con probabilidades de aumento hacia la tarde”, porque no les están preguntando eso, simplemente quieren corroborar que sean hombres o mujeres, porque necesitan estar seguros de todo en la oficina de RRHH) ustedes responderán siempre con la seriedad que inspira la pregunta y el Sr. Director, porque nada se les escapa a los encargados de los RRHH. Ellos son el colador de la empresa, el filtro de nafta en el que quedan las basuritas indeseables para que la cara de la Institución sea siempre prístina ante los clientes. La entrevista termina con un apretón de manos y la promesa de “la llamaremos a la brevedad” o “estoy seguro de que nos volveremos a ver” y nosotros nos vamos imaginando cómo sería trabajar allí, cuántos colectivos nos tendríamos que tomar para llegar, cuánta plata se nos irá en los viajes diarios, cómo haremos para llevar a los chicos al colegio, etcetcetctetc. Finalmente a los dos días recibimos la respuesta (si es que la recibimos porque en RRHH están siempre muy ocupados como para detenerse en las personas en sí) y podemos encontrarnos con disparates tales como: (les pido que completen los espacios en blanco con el “cri cri cri” de los grillos para que tengan un poco más de sentido las respuestas dadas) 1. “Mire, tiene demasiada experiencia para el cargo que ofrecemos, debería buscar algo mejor.” 2. “Lamentablemente en el aviso decía que era “excluyente” que fuera Licenciada en Letras y como usted es Licenciada en Letras, no podemos tomarla.” 3. “Su CV decía que “manejaba” el idioma inglés y nosotros ahora en estos últimos cinco minutos descubrimos que necesitamos al alguien que “domine” el idioma inglés, así que su perfil no encaja en lo que queremos en la empresa.” 4. “Llamamos a las referencias indicadas y cuando levantaron el teléfono no respondieron “Hola Susana”, así que cortamos porque no se pueden hacer excepciones.” 5. “Lo lamentamos pero el aviso decía que la edad límite era 35 años y usted cumplió ayer los años, así que no es posible que la tomemos porque era “excluyente” el tema de la edad, pero es una pena porque es muy joven para el nivel de experiencia que ha demostrado.” 6. “Es una pena que no vayamos a contar con usted pero no podemos contratar a personas que no tengan el pelo lacio. Nuestro psicólogo dice que las personas con el pelo ensortijado no son confiables porque suelen tener muchas vueltas y necesitamos gente proactiva en la empresa.”
Lo cierto es que los RRHH, poco tienen de “recursos”, bastante menos de “humanos”, y las entrevistas laborales suelen transformarse en una gran Buena Pipa. Así que, si esto obviamente no fuese una investigación sin ninguna finalidad de lucro, sería una especie de mal domado “Edipo rey” del subdesarrollo. Quedan muchos interrogantes girando como en una calesita de pueblo: ¿Qué estudian los que se dedican a RRHH? ¿Qué pretenden de los entrevistados? ¿Cursan en la carrera las materias Entrevistas Laborales 1, 2 y 3? ¿Son correlativas? ¿Hacen Masters en Oficinas Públicas? ¿Qué es el Recurso Humano en una empresa? Si el departamento de RRHH contrata y selecciona a los integrantes del Departamento de RRHH, ¿cómo se garantiza que sean idóneos para el cargo? ¿Irán a entrevistas laborales?
Si alguien lo sabe, que me avise porque el lunes tengo una entrevista laboral y no hay una segunda oportunidad para causar una primera impresión. ESTO es “EXCLUYENTE”, amigos. Nos vemos la semana que viene.