27 enero 2011

La Cofradía PRESENTA: Las Mujeres Sofá (porque algunas mujeres tienen vocación de goma espuma)

Para que Camila y Lula dejen de molestarme por Facebook. Las quiero igual (como dice Calamaro)

Lejos de querer evangelizar a los estrógenos del mundo, en la Cofradía necesitamos simplemente alertar a nuestras dilectas integrantes para que no caigan en los rectangulares límites del sofá, sillón hamaca, tatami o el viejo y nunca bien ponderado almohadón y se conviertan en la amiga con el corazón repleto de cuadraditos naranjas y amarillos de goma espuma barata que los hombres buscan para recostarse un rato a dormir la mona.

Los seres humanos buscamos siempre la comodidad perfecta. Como los perros, podemos dar vueltas y vueltas en la cama hasta que la almohada quede justo a esa altura del cuello en la que la cabeza parece flotar y ni los aros gigantes, que no nos sacamos después de la fiesta, se sienten; podemos probar todos los sillones de la casa como en un cuento de hadas abrazando un balde de pochochos (dice la Buena Pipa que agregue que a ella le gustan más los pochoclos salados aunque a mí me parezca una aclaración egocéntrica y poco ilustrativa) para mirar esa película que vimos por cable 20 veces; porque el viejo y querido sofá es capaz de esperarnos, contenernos, darnos asilo durante horas y después volver a su posición normal como si jamás hubiésemos estado allí baldeándolo a lágrima limpia.

El sofá, el sillón, el paralelepípedo almohadón es como esos ceniceros de crealina que todos alguna vez hemos moldeado en las tardes ociosas de las vacaciones de invierno para quedar bien con mamá o papá: se caía al suelo, se aplastaba pero bastaban unas manos mágicas pequeñas para que recuperara su pobre biografía de cenicero, condenado a romperse antes que el florero verde que la tía abuela de la abuela le dejó como única herencia a mamá.

Hablemos entonces de la Mujer Sofá, amigas de la Cofradía, pongamos en caja este asunto ante de que empiece a buscar desesperada aquel cenicero de arcilla que mamá nunca usó, sencillamente porque no fuma.

(Al parecer las olas de calor ponen a la redactora de blog nostálgica, ¿será que alguna vez suspiró goma espuma?, ¿tendrá el corazón con restos de plumas de ganso… o de gansa en las aurículas? Supongo que al finalizar la entrada, ustedes podrán sacar sus propias conclusiones)

Situación 1:

Un hombre puede recostarse sobre la espalda o la falda de una mujer sofá y deshojar una y mil veces los jazmines del florero llorando por aquella turra que lo dejó solo y en la lona o simplemente cambió de lona con el vecino del 4to. D y él no lo asume. Mientras dure el llanto y los hipos, la Mujer Sofá va a permanecer impertérrita acariciando la cabeza del boludazo hasta que se calme y le cuente su historia triste cien veces, interrumpiéndose otras cien para preguntarse/le: “¿Qué hice mal, che, qué?”; y la Mujer Sofá no va a responder más que con evasivas del estilo: “No te merece, ¿te preparo un té verde?”, porque sabe que ante la primera verdad que diga va a quedarse sola en el sillón del living mientras la pava silba avisando que ya pueden servirse el té verde. Por eso se va a quedar ahí, como cualquier otro mueble, tratando de hacer sentir cómodo al amigo con derecho a roce que siempre siempre siempre, es de otra.

Situación 2:

La Mujer Sofá, que no sabe que tiene destino de almohadón, sale el domingo de tarde; está harta de ver películas de Sandro por canal Volver; sabe que es momento de salir de las garras del sillón y enfrentarse al mundo, masticar el aire (no es una metáfora: está a dieta y tiene dos opciones, mastica chicle o aire), escaparse de la rutina de otro fin de semana aburrido. Está decidida, mañana va a tener algo para contar en el trabajo para que la secretaria del gerente no la mire como mira uno a los perros que regalan en la calle. Sale a caminar por el parque sorteando caca de perro y nenes en rollers. De pronto siente que la llaman. Moira, fatum, destino, sino, hado… llámenlo como se les antoje pero ahí está, esperándola entre cadáveres de pirulines y chicles aplastados; viene desde muy lejos, lo recuerda, ella lo recuerda: primera fila al medio, el pelo revuelto y los walkman con un cassette de “Pescado Rabioso”. Es él, su amor de la secundaria, ése que jamás le dio bola y al que le escuchó todas las horas libres de 5to. Año sufrir por Karina, la blonda del tercer banco; justo ése la reconoció y la llama por su nombre (no por el apellido).

Ella se da vuelta, porque la memoria de las Mujeres Sofá es selectiva: eligen recordar que fueron amigas y no sillones hamaca; le sonríe y ooootra vez el cuento de la Buena Pipa. En minutos se encuentra escuchando sobre el banco de una plaza cómo la yegua de su ex no le deja ver a los nenes y le pide una cuota alimentaria sideral y sale con el que atiende el mostrador en el gimnasio que él paga. Poco a poco los brazos se le transforman en apoyabrazos, la espalda en un respaldo y las piernas en un par de almohadones mullidos y confortables y él le dice que se siente tan cómodo hablando con ella, sencillamente porque ella no habla, él conversa consigo mismo y cree que ella mete un bocadillo de vez en vez.

La tarde cae y mientras camina (sola, obviamente) a su casa piensa que mañana tendrá algo para contar en la oficina, agregándole algunos detalles aquí y pinceladas allá que no la hagan ver como “lope” (lotuda que es).

Existen muchas maneras de detectar una Mujer Sofá, aquí hemos desarrollado sólo dos para no aburrir a los lectores de este blog (los que queden); pueden variar los escenarios, las luces y la música de fondo; puede ser el VIP de algún bar, la fiesta de alguna amiga que está festejando en la pileta mientras nosotras en el sillón consolamos al Fulano que se tomó hasta el agua de la ducha para ahogar las penas que le ha causado…otra.

Basta de goma espuma, de vidas rellenas de mijo o alpiste. Basta de recibir nabos en crisis que no pueden con su alma. Si se deprimieron, que le paguen al analista para recostarse en su sofá; de ahora en más, ustedes sean banquitos de madera: se sienta el que quiera, se aguanta engancharse el jean en los clavitos de la madera y cebe mate como Dios manda.

Consejo ovárico:

Seas quien seas, dilecta esclava del estrógeno: menos sillón y más hamaca paraguaya, menos sofá y más sofá cama o futón, da igual. En definitiva (vaya cita de autoridad la que viene) como dice la filosofía Axe:

¡Menos amiga y más mujer!

Continuaremos con esta campaña para alertar progesteronas con la autoestima barrida.

Nos vemos.

(dice LBP que le parece que la redactora del blog ha sido sofá y no lo admite, pero La Buena Pipa no es buena, así que vamos a echar un manto de olvido sobre el tema)

01 enero 2011

ESTA SEMANA:

LAS MUJERES SOFÁ en la Cofradía. Diván, sillón, almohadón, almohada, futón, sillón hamaca, tatami... porque algunas mujeres tienen vocación de goma espuma. EN BREVE.
FELIZ AÑO NUEVO A TODAS/OS,
LBP