29 mayo 2008

YA VIENE YA VIENE YA VIENE YA VIENE

A TODOS LOS LECTORES (al menos cuatro hay seguro):
PROBLEMAS TÉCNICOS HAN IMPEDIDO QUE LA BUENA PIPA SALIERA EL DÍA JUEVES 29/05. EN LOS PRÓXIMOS DÍAS SALDRÁN AMBAS SECCIONES (el lunes La Cofradía... y en estos días se viene La Buena Pipa y las tarjetas de crédito)
SALUDOS DE ESTA MUJER MARCA A.C.M.E. QUE ESTÁ MÁS A.C.M.E. QUE MUJER ESTA SEMANA.

26 mayo 2008

La Cofradía del Ovario presenta: SEXTO SENTIDO (la versión más libre que encontramos)

Los miembros más selectos de esta Cofradía coinciden en afirmar que si Michael Night Shyamalan hubiera sabido que después de Sexto Sentido no iba a dar pie con bola (cinematográficamente hablando), se llamaba a silencio después de hacerla (como Rulfo con Pedro Páramo); porque lo que vino después de esta joyita (Señales, La dama del agua, etc.) es fácilmente olvidable; al menos, ésta es la humilde opinión de las integrantes de la Cofradía. Repasemos la ficha técnica brevemente para entrar en tema: Año: 1999 Protagonistas: Bruce Willis (que dejó de pelearse con edificios o aeropuertos enteros por un rato en esta peli) y Haley Joel Osment (que inmortalizó la frase “I see dead people”) Argumento: Un médico psiquiatra, especialista en niños con problemas de conducta es atacado por un joven que alguna vez fue paciente suyo y a partir de allí “aprende“ la lección y se decide a no abandonar a un pequeño que ve gente muerta en todas partes y lo sigue hasta lograr que supere su trauma. Sobre el final gracias al sexto sentido de Cole, el pequeñito en cuestión, el Dr. Malcom Crowe (Bruce Willis) se da cuenta de que ha muerto con el disparo de Vincent en los primeros 10 minutos de película (su ex paciente que termina suicidándose) y que él es uno más de los muertos que ve Cole porque necesitan del nene para cumplir con los asuntos pendientes que dejaron de este lado de la tumba.
GE - NIAL, porque esto fue antes que Los Otros, El Orfanato y que miles de películas que han trabajado esto de mezclar a los vivos con los muertos (aunque en la vida real estemos todos aglutinados y compartamos inclusive, y en determinadas oportunidades, reuniones sociales con muertos emocionales, vivos adormecidos y también con aquellos que transitan el maravilloso limbo de los que se hacen eternamente los pelotudos a la hora de tomar las riendas de su vida); pero veamos cómo La Cofradía del Ovario interpreta Sexto Sentido a la hora de trasladarlo a la femenina realidad de sus miembros e integrantes.
¿Existe alguien (con más o menos memoria) que haya visto la película y haya podido olvidar esa escena maravillosa en la que él se da cuenta de que está muerto? Se las resumo: cuando se mira el balazo en el estómago que recibió hace un año como si le disparan por primera vez, la alianza se le cae de las manos a la esposa que suspira el aire helado mientras él acepta su realidad finalmente: que está muerto.
Yo no conozco a nadie que no la recuerde.
La Cofradía sostiene que, detalles más o detalles menos, a todas les ha ocurrido más de una vez esto de darse cuenta a las cansadas de una situación que se anunciaba desde el principio y que muchas veces, el Sexto Sentido Femenino ( en adelante: SSF) sirve solamente para ver más allá, pero en las historias ajenas; en las propias, la mayoría de los miembros de esta Cofradía asegura no poseer siquiera cuatro de los cinco sentidos originales.
Hay historias que son la crónica de una muerte anunciada (gracias Gabo) de las cuales, las personas que nos rodean nos anticipan el final (a veces de manera directa, a veces con eufemismos), nos cuentan cómo va a terminar, pero nosotras (como el psiquiatra de Sexto Sentido) no lo aceptamos hasta que vemos el agujero en el estómago que nos ha dejado otro amor contrariado más en nuestro haber. Porque el SSF sólo funciona para las demás y cuando alguien nos dice lo que su propio SSF le ha marcado acerca de nuestra historia, le echamos flit y le decimos: “Nada que ver, lo mío con Fulanito es otra cosa. Nosotros cuidamos mucho esta relación...blablablablablablabla”
RISAS A MONTONES ¿Quién no dijo tamaña estupidez alguna vez? Yo hasta recuerdo el banco de la plaza en el que afirmé dicha insensatez cual sentencia kantiana, mientras mi Fulanito gastaba otro banco de otra plaza con una blonda Menganita cuyo SSF le había indicado que conocería al hombre de su vida. Como ejemplo vale lo acaecido a uno de los miembros más renombrados de esta Cofradía en las áureas épocas en las que todavía creía que su príncipe azul estaba pintado con fibra indeleble y no con acuarela al agua.
Situación:
Él la llama al celular diciéndole que estaba en la casa de un amigo que vive en San Isidro y que se le hacía tarde para volver y se quedaba a dormir ahí, que no podía acompañarla a la fiesta de Fin de año de la empresa. Ella, comprensiva hasta el empalago, le dice: “qué raro, mi amor, en el celular me sale que me estás llamando desde el teléfono de la oficina”. ÉL , ni lerdo ni perezoso, le responde que las líneas andan para el demonio, que seguramente hubo un cruce de señales, etcetcetcetcetc, que lleve el celular a arreglar porque no funciona bien...tatatatatatatatata; y ella.... LE CREE. ¡Sí, una mujer inteligente! Y ...¡Le cree! Es más, seguramente habría creído que una comitiva de plutonianos había abducido su línea telefónica para experimentar, si él se lo hubiese dicho. No se dio cuenta de que su frente tenía tantos apéndices como el tronco de un palo borracho, ni siquiera cuando, ofuscada, llamó a la compañía de celulares para quejarse por el servicio de identificación de llamadas que ofrecía la empresa y que funcionaba cada vez peor. Pobre Diabla, tenía el balazo en el estómago, el frío en el pecho, la alianza en el suelo y los cuernos debajo del flequillo y seguía sosteniendo que su relación estaba en el mejor de los momentos. El SSF muere, derrapa, fallece, desfallece o se anula directamente en presencia de la testosterona (onda Superman con la kriptonita) por eso es que tan fácilmente podemos encontrar situaciones en las que lo evidente se diluye y descubrimos que el Principito de Saint Exupéry siempre tuvo razón con que lo esencial era invisible a los ojos; por ejemplo, podemos ver a nuestro Fulanito partiéndole la boca a cualquier Menganita de por ahí y nosotras argüir muy sueltas de cuerpo: “Mirá, qué solidario, le está sacando una basurita del ojo.” ¡La vida de los miembros de la Cofradía y de las mujeres en general sería tanto más sencilla si en lugar de jactarnos de nuestro Sexto Sentido nos dedicáramos a aguzar, al menos, el sentido de la vista o del oído! Pero, NO, preferimos pensar que nos las sabemos todas cuando lo único que deberíamos hacer sería aprender un poco de los animales que huelen el peligro y aúllan cuando ven a un muerto vivo. TODO ES CUESTIÓN DE OLFATO, AMIGAS DE LA PROGESTERONA. EL SENTIDO MÁS IMPORTANTE QUE PUEDE DESARROLLAR UNA MUJER CUANDO CONOCE A UN HOMBRE.

23 mayo 2008

La Buena Pipa y las Retenciones

Ayer tuve un ataque repentino del Síndrome Animal Planet y quise que mi gata compartiera conmigo el sofá y la tele, pero ella (que tiene una personalidad extremadamente felina y hace lo que se le canta, cuando y donde se le canta) se fue estirándose como lo que es, una gata y saltó del sofá y de mis manos sin siquiera detenerse a mirar hacia atrás. Acto seguido cortaron la película que estaba mirando para dar un flash informativo y apareció la palabra RETENCIONES aplicada al campo, que obviamente es el tema del mes, y yo me puse a pensar en lo desquiciado que estaba el mundo (o yo) porque con tanto problema, sólo podía pensar que mientras el país estaba dado vuelta por un tema de retenciones, yo no había podido “retener “ a mi gata más de dos minutos en el sofá. PATÉTICO, en un momento en el que hasta los tractores debaten sobre cuánto hay que retener y por qué, yo pensando en todo lo que no había podido retener en años y años de incontinencia emocional; porque en estos últimos tiempos, amigos lectores de La Buena Pipa, confieso que lo único que retengo, son los esfínteres. Deseosa de conocer más acerca de este tema que retiene la atención de toda la tele audiencia fui a consultar a mi amigo el diccionario y aparecieron algunas acepciones que harían temblar a Freud si escuchara a quienes debaten por este tema en los medios, en las rutas y en sus casas: Dice mi corpulento amigo editado por Planeta: RETENER: 1) Conservar, guardar en sí. 2) Conservar en la memoria una cosa. 3) Detener o dificultar el desarrollo de algo. 4) No dejar que alguien se vaya. 5) Imponer prisión preventiva. 6) Suspender el pago de un haber que uno ha devengado, por disposición judicial o gubernamental. 7) Descontar para cierto fin parte de un salario o cobro. 8) Dominar, refrenar. Entonces no me quedó más remedio que pensar en mi Cuento de la Buena Pipa y tratar de entender cuál de todas las acepciones se estaban usando para sostener el debate Campo- Gobierno. UNOS: ¿Querés que te retenga? OTROS: No UNOS: Yo no dije “no” yo te pregunté si querés que te retenga. Es que si uno mira los noticieros o lee el diario (si el médico lo permite) no queda otra que pensar en el Cuento de la Buena Pipa: un debate circular en el que no está claro qué acepción de la palabra “Retener” usan unos y otros. Tal vez sea un problema de semántica y ellos de reunión en reunión cuando podrían solucionarlo con una enciclopedia. Analicemos la primera acepción: “Conservar, guardar en sí” ... Y , obviamente Unos y Otros quieren guardar algo en sí, conservar el dinero obtenido por su trabajo (Otros) y el dinero que pueden “retener” como impuesto porque la ley se los permite (Unos); hasta aquí... lógica pura. Acepción dos: “Conservar en la memoria una cosa”... Todos recuerdan el tiempo pasado como un paisaje bucólico en la memoria: el labriego explotado por su arrendatario o Señor Feudal que cultivaba sus papitas y sus nabos con la misma pasión con la que nosotros cuidábamos en cuarto grado la germinación del poroto. Pero ahora las vacas toman vitaminas, se retocan el make up camino al matadero y las semillas se embolsan solas. Podemos retener ese pasado en la memoria pero ya no es lo mismo. Acepción tres: “Detener o dificultar el desarrollo de algo”... Un país como el nuestro que fundamenta su economía en el sector agrario ( en todas su formas) no puede desarrollarse si el objeto de desarrollo duerme al costado de una ruta, en los silos, o pudriéndose en los tambos. Unos y Otros han detenido y dificultado el diálogo por intereses más o menos justificados y esto nos lleva a la acepción cuatro. Acepción cuatro: “No dejar que alguien se vaya”... Según esta acepción, el tema de las retenciones pasaría exclusivamente por los cortes en las rutas porque no dejan que se vayan camiones y sus conductores. Los productos no llegan y chau... Acepción cinco: “Imponer una prisión preventiva”... ¿Qué habrán hecho las vacas para quedar varadas en los establos? ¿Qué es una semilla seca si no la muelen? Este conflicto nos ha dejado retenidos, casi como rehenes tironeados por Unos y Otros en un Cuento de La Buena Pipa que orilla entre la macroeconomía y la Literatura Gauchesca. Las acepciones seis y siete van de la mano: “Suspender el pago de un haber que uno ha devengado, por disposición judicial o gubernamental.” “Descontar para cierto fin una parte del salario o cobro.” El tema en este país ha sido siempre el bolsillo y sin lugar a dudas, los fantasmas de la crisis y la estafa se asoman debajo de las boinas y dentro de los trajes. Entonces las retenciones huelen a corralito, todo se mezcla y termina oliendo a bosta. Por eso cada vez que se comunica que Campo y Gobierno han salido de una reunión parece el Cuento de la Buena Pipa y nosotros en el medio viendo pasar la pelota de un lado a otro de la red. Lo más terrible es que estas situaciones enroscadas suelen resolverse casi casi como el final de Match Point de Woody Allen: la pelota queda en el borde , en el filo de la red y azarosamente cae para un lado u otro...POLÍTICA, amigos (si el pobre Aristóteles viviera, volvería a morirse una mil veces más) Y nos queda la última de las ocho acepciones del tomo tres de mi amigo: “Dominar, refrenar” ... La democracia no es un ring de catch, no es lucha libre. Tiene mucho de lucha y de libre pero no de payasada, o al menos no debería tenerlo. Lo cierto es que lo que debería refrenarse es el interés espurio, porque la palabra “Dominar” me trae reminiscencias latinas en las que Dominus era “El Señor Feudal”, que manejaba las tierras, los cultivos y que ostentaba el poder. ¡Tanto quilombo porque se me dio por mirar el diccionario! Si yo vivía tranquila pensando que retener se limitaba a mantener a alguien a tu lado y ahora este guacho de tres tomos me hace ver que viví en un termo hasta no hace mucho, porque además me enteré de que las retenciones... ¡Pueden ser móviles o no! Es decir que además, es un quilombo con movilidad propia. Inútil inútil inútil que suponga que puedo llegar a entender que sólo se están peleando por las retenciones, porque en definitiva, como en los antiguos oráculos griegos, lo único que están logrando es retrasar a las moiras (o retenerlas): las vacas han tenido desde siempre destino de asado los domingos o de milanesa a la napolitana; los granos, su misión de harina; verduras y hortalizas han muerto en ollas y fuentes nadando en oliva y accetto desde que el mundo es mundo. Tarde o temprano el oráculo se va a terminar cumpliendo aunque unos y otros tironeen (con mas o menos razón) de la cuerda, si no, pregúntenle a Edipo. Cansada, vuelvo al sofá, retengo a mi gata (aplicando la acepción cuatro) para que me deje acariciarla y me acuerdo del refrán “Cada cual cuida su quintita” y pienso que así nos ha ido por pensar en la quintita de cada uno, porque hay quintitas a mayor o menor escala y algunos estamos prisioneros entre nabos y zapallos. La gata se quiere ir y la amenazo con cortarle la ruta a su platito de alimento balanceado pero no me cree.
OTRO FLASH INFORMATIVO... ahora el uso de la escarapela es una cuestión de bandos. Este país es en sí mismo un Cuento de la Buena Pipa: celesteyblanco celesteyblanco celesteyblanco celesteyblanco celesteyblanco...

19 mayo 2008

La Buena Pipa y La Cofradía del Ovario presentan: "Lo que el viento se llevó" (o nos dejó, veremos)

La Cofradía del Ovario sigue con la onda Clásica y hoy se sienta a ver una de las películas más taquilleras de la Historia del Cine, que ha sido un semillero de frases memorables todavía vigentes hasta el día de hoy y no sólo para los miembros de esta Cofradía. Es más, aventuro que cuando seamos colonizados por amigables venusinos, esas frases serán las primeras en ser traducidas a su idioma. Resumamos brevemente la ficha técnica para los más jóvenes o para aquellos que simplemente (si a caso es posible) todavía no vieron Lo que el viento se llevó:
Ficha técnica: Año: 1939, Nominaciones al Oscar: trece de las cuales ganó ocho. Este largolargolargometraje (dura 238 minutos) cuenta la historia de una jovencita acaudalada del Sur de los Estados Unidos de América, Scarlett O’ Hara que debe enfrentarse a las inclemencias de la Guerra de Secesión. Enamorada desde antes de siempre de su vecino, Scarlett que ha vivido rodeada de hombres que pretenden su atención, se casa y enviuda en dos oportunidades con hombres que funcionan como paliativos de la indiferencia de su “gran” amor: Ashley Wilkes. Pero lo que ha llamado la atención de esta Cofradía ha sido el final de la película (que estoy obligada a adelantar) en el que Scarlett, luego de la muerte de su primera cuñada y esposa adorable de Ashley, Melanie, (es decir, cuando tiene el camino libre) se da cuenta de que, realmente, está enamorada del hombre con el que se ha casado para pasar el rato, aunque finalmente lo entiende cuando él la deja y ante el ruego de ella le responde con la frase (que ha sido elegida en el 2005 como la frase del siglo en la Historia del Cine): “Francamente, querida, me importa un bledo.” Hasta aquí la ficción, pero lo cierto es que Lo que el viento se llevó se quedó corta, paradójicamente, (recordemos su duración) porque todas las mujeres preferimos, sin lugar a dudas, ser Scarlett en lugar de Melanie y hemos ejercido el derecho a serlo al menos una vez en nuestra vida. Miembros fundadores de esta Cofradía así lo atestiguan.
Pongamos en situación la historia: Hemos estado enamoradas de un fulano que no nos dio la pelota que deseábamos. Por él llegamos al punto de ir al baño con el celular por si llamaba para que no tuviera que aguardar más que un pip en el teléfono (a ver si se arrepentía); fuimos a fiestas embolantes, a exposiciones de arte abstracto que no comprendía ni el pintor, tomamos tres veces el mismo colectivo para ver si lo encontrábamos de “casualidad”, empezamos a correr por la plaza siempre en sentido contrario a las agujas del reloj para “toparnos” con su anatomía “sin querer”, nos conectamos y desconectamos del MSN para que le apareciera que habíamos iniciado sesión y el nabo se diera cuenta de que estábamos AHÍ, para él y para nadie más.
¿Me siguen? Veo que alguna ya está viéndose. No se preocupen a todas nos pasó alguna vez. Bueno, el tipo ni nos registra o nos ha catalogado como una “gran amiga” (nada que aniquile más nuestras hormonas que ese mote cruel de “amiga” del “amor de nuestras vidas”), entonces, siguiendo la táctica Scarlett (a veces sin saberlo) buscamos un reemplazo, inconscientemente en el mejor de los casos. ¡Oh, casualidad! Para ese pobre diablo, nosotras somos la Luna, el Sol y el Sistema Solar en pleno y el inocente cree fervientemente en nosotras porque somos para él como Ashley para Scarlett: todo.
Buscamos los momentos adecuados para “cruzarnos” con nuestro fulano, siempre acompañadas del inocente que nos sigue y nos trae del bar lo que le pedimos y nos presta la campera porque (eso lo sabemos todas) para ser una diosa hay que cagarse de frío en las fiestas, (ser una diva, duele) y vinimos muy desabrigadas. Finalmente nos cruzamos y él está con otra distinta, nos saluda, presentamos al de la campera y nos vamos porque de pronto nos sentimos mal y el pobre, camino a casa, para en la farmacia a comprar Ibuevanol (porque él es capaz de cualquier cosa por nosotras, como nosotras por el fulano) El tiempo pasa, cambiamos de víctima unas dos o tres veces mientras seguimos siendo “amigas” del fulano de mirada errante y futuro imperfecto; pero nada, nuestra desorbitada vida sentimental no le hace mella, y en el peor de los casos el tipo nos aconsejará “como amigo” que tenemos que pensar bien qué es lo que queremos y no andar saliendo porque sí con cualquiera.
FATAL, que él nos diga que tenemos que saber qué es lo que queremos. ¡Él! ¡Uyuyuy! No vuelvo de esa imagen, nonono.
Sin embargo, mientras recibimos estoicas los consejos de nuestro fulano de los sueños, nuestro amigo de toda la vida, aquel al que le contamos todo, el que sabe cómo nos sentimos, el que ha soportado lágrimas y puteadas, nos escucha, nos acaricia el pelo despacito y nos confiesa su amor; nosotras, deshechas y firmemente convencidas de que tenemos que poner en orden nuestra cabeza y en su lugar, el corazón (como nos aconsejó el fulano), le decimos que sí, que dale, total, ¿qué perdemos?, ¡nos conocemos tanto! Dale dale dale, y ahí estamos de novia con alguien que nos quiere, nos respeta, nos tiene en cuenta, nos hace sentir bien y de repente el Fulano lo nota y empieza a acercarse y nos habla al oído y ¡Zas! Al Diablo el orden y la vida encauzada. Le decimos al amigo que estamos confundidas y que tenemos que pensar qué queremos pero que tenemos que pensarlo... SOLAS (¡Ja!) Truco viejo.
Pasan un par de días y nos damos cuenta de que el Fulano era mejor en nuestra cabeza que en la realidad y descubrimos que no hay nadie como nuestro amigo-amante, ése que dejamos para matar el mito del Fulano de nuestros sueños (que era simplemente eso, el tipo de los sueños que se terminan cuando suena el despertador); volvemos a nuestro amigo-amante y le confesamos lo que sentimos (esta vez de VERDAD) y él, que no es ningún pelotudo nos responde:
“Francamente, querida, me importa un bledo” (el cronolecto puede variar, podemos reemplazar “bledo” por “carajo” y el “querida” por “nena, flaca, che, “ etc)
Listo, ya somos Scarlett O’Hara y ni siquiera nos enteramos. Le pedimos que lo piense pero él se va y nos quedamos usando la leyenda del Fulano como felpudo, con la cabeza partida, sin el amigo de siempre para contarle lo que nos había hecho el turro de turno y sin nadie que nos compre chocolate para liberar endorfinas y no sentirnos tan desgraciadas.
El viento suele llevarse muchas cosas (a mí me debe un par de historias ése) techos, pisos, amores de verdad y de mentira, hojas, amigos, fulanos y menganos. Algunas de ellas las cubre el seguro, a otras , no; pero la mayoría se va, vaya uno a saber a dónde ... Sin embargo, hoy prefiero hacer como Scarlett, después de todo es la heroína de la película. Cuando su verdadero amor (Rhett Butler) la deja, harto de que ella piense en otro, llora sin consuelo sobre los escalones de la sala hasta que treinta segundos antes del “The end” dice: "Mañana voy a pensar en esto. Hoy, no. Mañana será otro día”
A veces no sabemos bien qué es lo que el viento se nos llevó ni a dónde, pero hagamos como Scarlett: mejor eso... lo pensamos otro día.

15 mayo 2008

La Buena Pipa en la cola del supermercado

Tengo una tía Laura, a quien la cadena se le salta cada dos cuadras, que se brota en las colas de los supermercados y como para desgracia mía tiene celular, cada vez que está encolumnada detrás de tres o cuatro changos repletos de las ofertas del día, me manda mensajes de texto describiéndome la situación. Yo creo que la tía lo hace para canalizar sus ansias homicidas, pero su desesperación traducida en SMS, ha disparado en mí la necesidad de contarles este nuevo Cuento de la Buena Pipa en la cola del supermercado. Es curioso pero en los súper hiper o maximercados existen todo un catálogo de conductas que es importante observar para comprender por qué puede transformarse en la Buena Pipa del día.
Hay gente que va al súper de excursión. Sí, existen aquellos especímenes casi incunables que programan la salida, se visten para la ocasión, se hacen un fixture de ofertas y además un circuito diagramado de manera tal que no quede góndola sin visitar. Entran con su changuito (al que custodiarán como los templarios al grial), mapa en mano y a una velocidad que no supera la peor performance de una tortuga parapléjica, caminan por el salón de ventas y entorpecen el camino de otros clientes que han ido a los pedos a buscar una lata de Nido y una bolsa de pañales porque el bebé les ha quedado muerto de hambre y sin cambiar.
Otra clase de personas, en la mayoría de los casos miembros del Club Cocoon (aquellos que han enterado ya cómodos en la tercera edad y recuerdan siempre épocas mejores) van por los pasillos del supermercado escrutando las góndolas, mirando los precios, comparando con ofertas con las de otro supermercado al que asistieron antes y se detienen a cada paso (según cambie la marca o el producto) a protestar. Este tipo de ejemplar es el eterno candidato a la charla, al intento vano de arreglar el planeta desde la cola del supermercado y a comentar en el éter, para que alguien cace la posta y le responda, todos los aumentos que tenemos que soportar. Sin lugar a dudas son los candidatos más promisorios a la Revolución Geriátrica (aunque Robespierre en 1789 se les hubiera cagado de risa en la jeta), se van juntando y como si fuese una clave o un código que los marca como miembros del Club inician las conversaciones siempre de la misma manera: “Se dio cuenta (los Cocoones jamás se tutean, tienen una idea del respeto bastante particular) de que ANTES…” Y ahí inician el viaje en un tranvía imaginario a épocas que casi siempre son Jurásicas en las que no existían los supermercados y por eso no tenían que padecer los cambios de lugar en las góndolas. Están también los que hacen las compras para todo el mes y además de llenar dos changos, van haciendo mentalmente el cálculo de lo que suponen que van a consumir en treinta días, y obviamente se toman su tiempo frente a un paquete de rollos de cocina o a un pack familiar de Carefrees, son estos los más peligrosos en un supermercado porque tienen gente que trabaja para su beneficio y hacen la cola mientras ellos van vaciando góndolas y cuando nosotros nos colocamos detrás de alguien que tiene dos o tres pavadas al rato caen dos changos repletos y los diez minutos que íbamos a tardar, se convierten en cuarenta y cinco. Sin embargo creo que no hay nada peor que aquellos que van al supermercado con toda la cría. Ponen dos en un chango, llevan el carrito del bebé y pretenden circular onda Familia Von Trapp por el pasillo que separa una estantería de la otra. Los chicos corren, te chocan, te pisan, te castigan el tendón de Aquiles con el changuito que los padres (para que no rompan las guindas) les dejan llevar y salís del súper como si hubieras ido a una clase de Fight Do (a las que también va mi tía, la de los mensajes de texto, tal vez preparándose para estas situaciones) y no tenés ni ganas de preparar la cena que ibas a preparar antes de entrar en el supermercado. Hasta aquí lo que ocurre en el interior del salón de ventas, entre las góndolas, pero el verdadero problema, el problema que le ha dado título a la Buena Pipa de hoy es el momento de llegar a la cola de las cajas en el supermercado al que hayamos concurrido. Llegamos a las cajas ya resignados, vamos midiendo el largo desde atrás. Evaluamos la cantidad de gente y lo que llevan en los changuitos: si tienen sólo botellas, si hay muchos productos repetidos, se ahorra tiempo; si lleva cajas, pasa rápido; si lo que tiene es mucha carne va a tardar porque el código de barras se moja siempre y se rompe y la cajera tiene que digitar uno a uno los numeritos debajo de los palitos del código del peceto (en este punto, la salida de compras se transforma en un sistema de estadísticas y probabilidades que nunca salen como estaba estipulado) Otras posibilidades son distribuir entre los que hayan ido lo comprado para poder ir en tandas de tres a la caja de “Máximo 15 unidades” y hacer más rápido. Entonces el primero que paga le da el vuelto al que está atrás y la cajera sabe que hecha la ley hecha la trampa así que nos mira y vuelve a preguntar “¿Tarjeta o Efectivo?” Si tenemos suerte pasamos, pero nosotros no solemos tener esa suerte. Después está la caja que dice “Prioridad embarazadas” y uno piensa, “¿Cuántas embarazadas habrá haciendo compras hoy, viernes a la tarde?”. Bueno, pues resulta que al parecer o la gente pare como conejos o el verano es propicio para las germinaciones o simplemente salieron todas del mismo consultorio ginecológico y decidieron ir al supermercado en patota a complicar la existencia de los que como nosotros, no teníamos nada en el freezzer y salimos de raje a comprar algo para picar. Finalmente nos decidimos por una caja que no dice “15 unidades” porque están todas repletas, nos quedamos en una común porque el de adelante no tiene tantas cosas. Comenzó el Cuento de la Buena Pipa en la cola del supermercado. Diez minutos y nada, no se mueve ni medio metro la cola. Al lado ya pasaron tres embarazadas cuyos changuitos parecen refugios antiaéreos. Veinte minutos, la señora que estaba adelante nuestro va a pagar con tickets, la compra equivale a unos 300 pesos y los tickets son de cinco pesos cada uno. Tenemos para un buen rato. Cuando por fin estamos por sacar las cosas del changuito, las cinco cosas que compramos para la cena rápida del viernes, la cajera pone un cartel de mierda que dice “CAJA CERRADA”, masticamos la ira, trabamos los maxilares con amplios deseos de estamparle en la cara el cuarto de parmesano y el cantimpalo que íbamos a llevar y nos dice que pasemos a la caja de al lado. Al lado hay un hombre peleándose con la esposa porque la mujer compró la panquequera que estaba en oferta y él sabe perfectamente que ella no cocina ni un huevo duro porque la última vez que lo intentó, lo quemó. Discuten y no sacan las cosas del changuito. Los minutos pasan y la cajera comienza a impacientarse, “¿Tarjeta o efectivo?” repite unas cinco veces hasta que la mujer la mira pulverizándola y le contesta: “Tarjeta”. Sacan uno a uno los productos que compraron, incluida obviamente la panquequera y cuando ya no queda nada y pensamos inocentemente que es nuestro turno que saldremos del supermercado en unos minutos porque solo tenemos una gaseosa, dos cervezas, el parmesano y el cantimpalo, la cajera anuncia que la computadora no toma la tarjeta, que va a ir a otra caja a ver si “pasa”. Cuarenta minutos, a dos cajas de distancia el Club Cocoon ya arregló la macroeconomía y asesoró a quienes los rodean sobre qué hacer con los plazos fijos y los créditos hipotecarios, la caja de embarazadas está libre. Agarramos con las manos las pocas cosas que íbamos a comprar y salimos corriendo, ajenos ya a la ética de la fila, a la moral de la espera sin sentido y nos lanzamos sobre la caja de “Prioridad embarazadas”. Llegamos, las papilas gustativas ya saborean el parmesano y cuando terminamos de apoyar las cosas sobre la cinta de goma de la caja, así, por detrás aparece una tropilla de embarazadas agarrándose la cintura. Levantamos todo antes de escuchar a la cajera y nos vamos sin comprar nada, con hambre, acidez y un malhumor antológico a disfrutar del viernes. Padecimos el Cuento de la Buena Pipa en pleno supermercado y al menos estamos vivos.
Ya en casa, resignada y mientras busco en la heladera el teléfono de algún delivery que logre acercarme algo de alimento a las nueve y media de la noche de un viernes, medito seriamente el hecho de quedar embarazada para evitarme viernes de locos en el supermercado. Después de todo lo único que me resta es comer algo, arreglarme un poco y decir al primer buen mozo que aparezca: “Hola, ¿qué tal? Estoy ovulando y no quiero hacer más colas en el súper.”

12 mayo 2008

La Cofradía del Ovario presenta: Rebecca, una mujer inolvidable (versión más que libre)

Si alguna vez , amigas de La Cofradía del Ovario, han sido llamadas por el nombre incorrecto, en el momento equivocado por un hombre que dadas las circunstancias, no es ya el adecuado, sabrán comprender por qué elegí Rebecca, una mujer inolvidable del genial Hitchcock para este lunes de mediados de mayo en el que no puedo dejar de sentirme la mujer ideal en el momento (del siglo) equivocado. Repasemos un poco la historia de la Rebecca de Hitchcock. La ficha técnica dice que la película vio la luz en 1941 y revolucionó la manera de escribir cine hasta entonces por eso entró cómodamente en la categoría de CLÁSICOS. El argumento es más que sugerente: un hombre joven, conoce en un viaje de placer a una jovencita tímida y pobretona que circulaba por la vida como dama de compañía de una acaudalada y molesta octogenaria. Ambos se conocen y se enamoran y.... (onda Cenicienta express) se casan y viajan a la casa de él. El temita es que el caballero era viudo y la casa era un condenado santuario de la anterior señora, una dama de brillante aspecto y oscuro pasado: Rebecca. Las comparaciones con la nueva adquisición del dueño de casa son más que obvias y ahí comienzan los problemas. Pero el resto de la peli se las dejo de tarea para el hogar porque vale la pena.
Vayamos a ver qué pasa cuando La Cofradía del Ovario se pone a analizar este film y encuentra reminiscencias de viejas situaciones en ciertos episodios del guión y... es más, cuando se da cuenta de que a muchos miembros de la Cofradía les ha pasado esto de tener que luchar contra los fantasmas de la Otra. No hay nada peor que estar en una reunión y tu pareja, en una discusión o haciendo un comentario que podría haberse ahorrado nos dice: “Pero eso no es así, Gaby” cuando nosotras sabemos (y el DNI lo atestigua) que nos llamamos Carolina y los que nos conocen nos dicen “Caro” a secas. El primer momento es siempre de shock de “nonono, escuché mal” pero las caras circundantes confirman que el imbécil nos dijo delante de todos el nombre de nuestra antecesora. Ira. El segundo momento se basa únicamente en tratar de ocultar la cara de ”llegamos al auto y te liquido” frente a toda la concurrencia que entre murmullos ya trajo a la cena el recuerdo de la otra y hasta son capaces de comentar anécdotas en común mientras nosotras ayudamos a la dueña de casa a levantar los vasos para traer las copas para el helado. Planeamiento de la Venganza. El tercer momento es el mejor y ocurre en la autopista, camino a casa, dentro del auto. Él, obviamente no habla (siempre es preferible negar que algo pasó) y pone un CD de la música que nos gusta más (ésa que él no tolera ni de casualidad) sin saber que eso es PEOR, es como el ramo de rosas después de una tarde canalla. Nos toca la pierna con la mano y nosotras abrazadas al cinturón de seguridad esperando el mejor momento para sacudirle el zarpazo. La discusión comienza siempre en el peaje, justo cuando el auto se desacelera y él baja la ventanilla, si la que atiende la cabina es mujer, mejor, porque se crea un espíritu de cuerpo tácito y velado. Ejecución. El cuarto momento acaece en la puerta de casa, porque las llaves siempre estarán en su contra y tardará segundos estiradísimos en encontrarlas. Los reproches lo remontarán al pasado en cuestión de minutos y terminará confesando que le robó tres palitos de la selva al almacenero que estaba a la vuelta de su casa cuando tenía ocho añitos. El gran final.
Los estrógenos se nos suicidan onda Numancia y hacemos un minuto de silencio para lo que nos quedaba de progesterona, porque no hay nada que deserotice más que el recuerdo vivito y coleando de una ex (a quien tal vez ni siquiera conocimos) frente al público. Como Rebecca, el fantasma de lo que hubo se sienta en medio de la cama y cada uno duerme para el lado que más le gusta mientras nos imaginamos que en la reunión a la que fuimos, todos se quedaron comparando a nuestra propia “Rebecca” con nosotras y él roncando tan tranquilo en el otro lado del colchón. Hitchcock jamás imaginó en 1941 que su película iba a retratar a varios miembros de esta reciente Cofradía y a generaciones venideras cuando le puso a la película el nombre de la mujer muerta del protagonista. Así que los refranes Todo tiempo pasado fue mejor y A lo pasado pisado se pelean en nuestro laberíntico y lunático balero hasta que a las cuatro de la mañana, prendemos el velador y a los gritos le decimos: "Yo jamás te confundiría con Diego, con Pedro, con Rodrigo, con Carlos, con Daniel, con Matías, con Esteban, con Manuel, con Leonardo, con Gabriel, con Francisco, con Andrés, con Cristian, con Damián, ni siquiera ...con Julián." Pobre Hitchcock, jamás conoció a los miembros de esta Cofradía, si no, más que para hacer Rebecca, se habría inspirado en nosotras para hacer Los pájaros (cuervos sitiando un pueblo entero), pero eso queda para otra historia de La Buena Pipa y La Cofradía del Ovario.

08 mayo 2008

La Buena Pipa y los Servicios de Atención al Cliente

Aquellos que vivimos con más o menos años los gloriosos ‘80s, todavía tendremos la persistencia en retina de las imágenes de Sara Connor huyendo de Arnold Shwarzenegger en el papel que más le ha cuadrado, el de robot en Terminator. Nadie olvida al padre a futuro de John Connor explicándole a la que todavía no era su mujer que era la madre de aquel que se rebelaría contra las máquinas. La cosa era que al parecer, en el futuro, es decir unos 20 años más allá del ’85 (cuando transcurre la acción y se estrenó la película) las computadoras se transformarían en máquinas inteligentes que manejarían a los humanos a su antojo.
Hasta aquí, el argumento del film que catapultó al actual Gobernador de California con su glorioso “Hasta la vista , baby” al estrellato hollywoodense; y aunque la ficción erró algunas circunstancias, sin embargo, no se ha alejado demasiado de la realidad actual. No puedo no recordar el final de “Emma Zunz” de Borges: La historia era increíble, en efecto, pero se impuso a todos, porque sustancialmente era cierta. (...) sólo eran falsas las circunstancias, la hora y uno o dos nombres propios. Para empezar este Cuento de la Buena Pipa y los Servicios de Atención al Cliente, también va a ser necesario alterar la hora, las circunstancias y un par de nombres propios pero sin lugar a dudas, hoy La Buena Pipa comparte cartel con Terminator 1,2,3,4,5,6,7,8,9,18, 25, etc.
HOY:
Lugar: la casa de uno, en el lugar en el que esté el teléfono y si es inalámbrico, cualquier lugar, si es el celular traten de buscar algún paisaje bucólico que amenice el momento absurdo que van a protagonizar. Tiempo: ahora, ayer, mañana, lo que hay que tener claro es que siempre hablamos de un tiempo...perdido. Protagonistas: nosotros y los servicios de atención al cliente de una empresa de servicios (cuyas únicas palabras con sentido y sustancia son artículos y preposiciones : los, de, al y una; porque servicio, no prestan; como a clientes, no te tratan y atención, no te brindan) Si alguno de nosotros, por ejemplo, ha intentado cancelar un servicio adquirido o comunicarse con algún centro de atención al cliente de esos que figuran detrás de las boletas /facturas que pagamos puntualmente cada mes y con las que nos aseguramos el hecho en sí de ser clientes de determinada empresa, sabrá que tal evento puede trasformarse en un bonus track de cualquier película de Ciencia Ficción y obviamente en un molestísimo Cuento de la Buena Pipa. Vamos a suponer que necesitamos cancelar un servicio de internet que nunca tuvimos porque nos llegan facturas que nunca tramitamos. Error 1: suponer que el trámite es simplemente telefónico y que en unos instantes quedaremos liberados, porque nos va a atender una amable señorita o un caballeroso muchacho que con celeridad culminará el trámite de cancelación de aquel servicio que jamás tuvimos. ¡ILUSOS! ¡INGENUOS!¡INOCENTES CÚBICOS! Creer que hablaremos con una persona es una quimera con la que nos engatusan al firmar el contrato inicial, porque si hay algo que debemos entender bien es que contratar un servicio es simple, muy simple, pero deshacerse de él es casi un cuento de Kafka, nos damos cuenta de que somos cucarachas dentro de una maquinaria social que nos margina y se caga de risa de nosotros, los clientes. Error 2: pensar que tenemos todo lo que necesitamos para cumplir con la suspensión del servicio que nunca tuvimos. Es muy común creer que no pueden pedirnos aquello que no tenemos pero lo cierto es que en el momento de marcar el 0800- YOTEAYUDO, todavía no sabemos que nos pueden exigir la primera orina de la mañana, el conteo de glóbulos blancos, la fecha de ovulación, el último control odontológico y un certificado de aptitud física que nos habilite para comunicarnos con el servicio de atención al cliente. Ajenos al mundillo de las opciones divergentes de los contestadores telefónicos de dichos servicios, marcamos el número y abrimos la puerta de la Buena Pipa.
Aquí van los diez pasos para entrar y salir del Cuento de la Buena Pipa y los servicios de atención al cliente: 1) Marcamos y al segundo tuuuuuuuuu, atiende una grabación que con voz orgásmica nos anuncia que todos los operadores están momentáneamente ocupados que reintentemos más tarde. 2) Intentamos más tarde y la misma voz nos anuncia que debemos aguardar unos instantes. Los instantes son tan eternos como el balazo a Jaromir Hladik en “El milagro secreto” de Borges (otra vez). Una vez sorteado el escollo del instante, aparece otra grabación que nos brinda opciones. 3) Debemos escuchar atentamente para apretar el botón correspondiente a la opción que necesitamos para deshacernos, dije, del servicio que jamás obtuvimos de la empresa a la que estamos llamando. 4) Luego de escucharlas dos veces convenimos en que la opción tres es la más cercana a lo que necesitamos que es la cancelación de un servicio. Oprimimos ilusionados el 3 y el Infierno Dantesco aparece ante nosotros. 5) La vocecita nos dice que para acceder a esa opción debemos colocar el número de cliente. Miramos la factura y lo marcamos y luego como indica la voz melosa oprimimos la tecla Numeral(#) 6) En cuanto terminamos de marcar la tecla numeral, la voz nos dice que el número que hemos marcado es inexistente, que nos comuniquemos con un operador. 7) Volvemos a repetir los pasos hasta el tercero y en las opciones escuchamos que la opción 5 nos permitirá acceder a una voz humana pero antes de la voz humana, la máquina (que obviamente tiene pensamiento propio y quiere complicarnos el día porque está aburrida, onda Terminator) nos pide el PIN. Nosotros no tenemos PIN, así que cortamos y volvemos a llamar para ver si hay una opción para conseguir el PIN. 8) Otra vez repetimos los pasos hasta el tercero y ahí escuchamos que la opción 6 es la que nos dará el PIN (Personal Identification Number) que logrará completar el paso 5. Pero cuando oprimimos el 6 , la voz (de mierda, ya) nos pide el número de cliente seguido de la tecla numeral que no reconoció en el paso 5. Lo volvemos a presionar número a número y con violencia el dedo índice cae sobre la tecla numeral. “Número inexistente”, again. 9) Cortamos y volvemos a marcar, de vuelta hasta el paso tres y escuchamos que después de las opciones dice “si no aguarde y será atendido” y decidimos aguardar. Músicamúsicamúsica. Pasan la Bolognesa de Chopin, el Himno a la Alegría de Beethoven, Para Elisa tocada por Richard Claydermann, y nada. 10) Volvemos a cortar y otra vez a esperar. Mismas conciones que ya podríamos sacar en el piano tranquilamente porque las hemos escuchado COMPLETAS y cuando por fin alguien nos atiende, nos dice que en esos casos, tenemos que pagar la Factura en cualquier Pago Fácil y después ir a la Oficina Central que queda en el lugar donde el diablo olvidó su poncho y completar el trámite personalmente.
Estamos agotados, los dedos agarrotados, el oído exhausto de allegros y preludios y no pudimos dar de baja al servicio que nunca tuvimos. Lo único que nos resta es ir a Pago Fácil y en la cola soportar estoicos los comentarios de la sucursal PAMI- COLA PAGO FÁCIL, cuyos miembros selectos tratan de insertarnos en la protesta inocua de todos los días que justifica su existencia en dichos sitios, antes de pasar a las Ofertas del día de Coto o de Carrefour. A veces creo que Terminator era un bebé de pecho comparado con estos conmutadores de Atención al Cliente y sólo puedo repetir como una autómata, mientras la señora de adelante discute con la cajera porque no tiene monedas de un centavo para darle el vuelto de los 16.99:
“HASTA LA VISTA, BABY, HASTA LA VISTA, BABY, HASTA LA VISTA, BABY”
GAME OVER

05 mayo 2008

La Cofradía del Ovario presenta: "MEMENTO" (versión libre)

Ficha técnica (al uso nostro, obvio): AÑO 2000. Argumento: Leonard es un hombre que ha perdido en un accidente la memoria anterógrada (no puede almacenar hechos recientes, los cuales olvida cuando duerme) y debe reconstruir el crimen de su mujer y hallar al culpable. Para eso usa una Polaroids y se tatúa el cuerpo con el afán de quedar marcado y no olvidar. Hasta ahí, lo que el cine nos puede decir de los “Hombres MEMENTO”, sin embargo, nuestra Cofradía tiene una versión un poco más amplia, absolutamente más entretenida y muchísimo más verosímil. La palabra MEMENTO, proviene de una frase en latín que tomó el guionista de la película (J. Nolan) cuya versión completa es “Memento mori”, es decir “Recuerda que eres mortal”. Y es justamente esta frase la que nos hizo pensar a los miembros de esta Cofradía en los hombres que no recuerdan que son mortales. Pensemos en Leonard, el protagonista de la película: si viviera ahora en nuestra realidad, extrapolado de la pantalla grande, tendría un problema serio porque las Polaroids dejaron de fabricarse y además podría evitar tanto tatoo al pedo poniendo un simple recordatorio en el celular que le sonara al día siguiente o escribiendo sus memorias en un cuaderno (cosa que resolvió de manera más simple Adam Sandler en la película “Como si fuera la primera vez” que trabaja un caso similar pero en tono de comedia)... Mucho trabajo sin sentido, ¿no?
Es más, los hombres reales no se tomarían ese trabajo para recordar a la esposa. Lo mismo pensamos nosotras y nos dimos cuenta de que existen muchos Leonards, toneladas de hombres que se niegan a recordar que son mortales y viven como Peter Pan en un mundo de fantasía en el que vuelan biplanos, hacen parapente o escalan cerros mientras las mujeres les crían los hijos, los llevan a colegio y viven en el mundo real, recordando a cada instante que son mortales cuando un taxista las putea o un chorro les arranca la cartera del brazo.
¿Cuántas veces nos encontramos frente a nuestro príncipe azul (que a esta altura ya es celeste desteñido) recordándole lo mismo que le habíamos dicho la tarde anterior: “¿Te acordás , mi amor, que esta noche cenamos en lo de mamá y papá?”, a lo que el Hombre Memento responde: “Me lo tendrías que haber dicho antes” y nosotras nos quedamos pensando “¿Antes de cuándo?" Si se lo dijimos durante una semana todas las mañanas antes de salir para el trabajo. El Hombre Memento es así, no recuerda, o no quiere recordar porque es más fácil vivir mostrando una incapacidad absoluta para las cuestiones terrenales y banales como ir a cenar "a lo de mamá y papá”; sin embargo, pensando seriamente, “olvidos” como estos no son los de temer verdaderamente. Los que realmente importan van más allá, porque un Hombre Memento, no recuerda a su mujer, es decir que su mujer puede ser cualquiera, cuando la Madre Natura le despierte el instinto, el Hombre Memento no recordará (¡oh! Casualidad) quién era su esposa (legalmente hablando) y hará de las suyas entre cualquier par de piernas hasta que un llamado o un dato o la alianza misma en el anular izquierdo le recuerde que tenía una mujer y vuelva a casa agotado para que su esposa le prepare la cena y le repita que a la noche siguiente “van a cenar a lo de mamá y papá” y... la historia vuelva a comenzar (una especie de Cuento de la Buena Pipa también) Porque de alguna manera, el Hombre Memento, recuerda lo que quiere, es decir, registra lo que le parece importante y eso es lo que anota, los demás son datos accesorios que no hacen a su existencia; este tipo de hombre es casi casi como un bebé (sin la ternura del “gugu dada”) porque cumplen en este mundo simplemente con sus necesidades básicas que son las que recuerdan de manera involuntaria: comen, duermen, vistan el toillette y se desparraman en la sábana que más les agrade. En la vida de estos Hombre Memento, las mujeres cumplirían el rol de la Polaroids o de las anotaciones en la película de Nolan, sin llegar a la instancia del tatuaje corporal. Los Hombres Memento que conocemos jamás se dejarían marcar el cuerpo; la frase “para siempre” es un formalismo para ellos porque lo olvidan cada vez que duermen, es decir que desde que despiertan el día después del casamiento o compromiso o inicio del concubinato, hay que recordárselos constantemente como la cena “en lo de mamá y papá”. Existen sin embargo dos grados recuperables en la escala Memento:
  1. H.A.M. (Hombres Algo Memento): son aquellos que resultan casi inofensivos pero no por eso menos molestos; no recuerdan ciertas fechas, olvidan sacar al perro, o retirar los trajes de la tintorería, etc.
  2. H.C.M (Hombres Casi Memento): estos comienzan a ser peligrosos si no son tratados a tiempo porque presentan signos evidentes de “mementismo”. Olvidan nuestro nombre o nos llaman con el nombre de la ex (o de la madre, estos ya son casos clínicos), nos hablan a través de la secretaria y trabajan los domingos.

Si su consorte, media naranja, medio pomelo, pareja, gran resignación, marido, novio o concubino, se encuentra en algunos de estos estadios, actúe con rapidez. El mejor remedio para evitar el colapso de un Hombre Memento es transformarse por unos días en una Mujer Memento y listo, asunto resuelto. Ellos vuelven a la realidad y nosotros a los horarios preestablecidos y a la cena “en lo de mamá y papá.” ¿Quién no ha conocido a un Hombre así (bah, habría que preguntar quién ha conocido un hombre con todas las letras, pero eso es tema de otro análisis)? ¿Quién ha escapado de la maldición del Hombre Memento? Si conocen a la diva virgen de Mementos ... ¡Mándenla! Porque necesitamos miembros así en la Cofradía, mujeres que acepten gustosas dar seminarios para todas aquellas que, como nosotras, han soportado estoicamente a un Hombre Memento en sus vidas. CARTELERA DEL LUNES 12/05:

REBECCA, UNA MUJER INOLVIDABLE de A. Hitchcock

02 mayo 2008

La Buena Pipa en la sala de espera

Todo aquel que escriba artículos de actualidad, tiene una serie de informantes que le acercan datos, situaciones y anécdotas que ingresadas en este blog irremediablemente se transforman en cuentos de La Buena Pipa. El tema del día llegó hasta mí por algo que alguien le contó a una amiga de la amiga de una amiga mía y yo no resistí la tentación de relatarlo, restringiendo, claro está, detalles de la vida personal de quienes realmente fueron los partícipes de esta kafkiana situación. Por eso hoy la Buena Pipa se sienta en la sala de espera de un Hospital público y aguarda a ser atendida, sin saber que su derrotero la llevará a transitar los bifurcados (como pasillos de hospital) senderos de la salud pública argentina. ¿Qué entendemos por SALUD PÚBLICA? Las respuestas me afloran al mejor estilo de un manantial bucólico en la cabeza: a) Es una salud compartida por todos. b) Es una salud que le pertenece a todos y por eso no es de nadie. c) Es la salud del Estado y por eso está como está. d) Es una salud comunicativa que relata a los cuatro vientos sus síntomas de franca decadencia. e) Es una salud que no está privatizada, es decir que al finalizar la consulta no te dan “Tu ticket y tu vuelto.” Podríamos transitar el alfabeto completo en viñetas que irían desde la lógica pura a la más amarga realidad sin que la Buena Pipa se inmutara porque la salud pública está muy enferma en nuestro país y lamentablemente no existen las especialidades en Medicina que respalden profesionales serios capaces de sanear el problema. Hospitales semi-destruidos, médicos mal dormidos, mal pagos, guardias descontroladas (en todo aspecto) y paradójicamente mucha gente que acude a ellos, porque no le queda otro remedio, hacen que el sistema esté colapsado. Quien haya visto por TV series del estilo ER o Grey’s Anatomy y jamás haya estado sentado en la sala de espera de un Hospital Público, ha vivido en un idílico paraíso medicinal porque los temas con los que en U.S.A. hacen series, aquí deberíamos hacer historietas o comics. Así que no vamos a perder el humor que nos ha caracterizado y esperamos mostrar cómo el Cuento de La Buena Pipa también aparece en territorio de Galenos. Y hablando de Galenos... ¡La de cosas que han pasado desde que Galeno dejó su sello en este mundo! Por ejemplo, en su época no existían los Hospitales, los médicos no pasaban más horas de guardia que en sus hogares, las camillas eran sólo para los enfermos y no para satisfacer mundanas tentaciones y, demás está decirlo pero valga la aclaración, tampoco existía el concepto de “Salud Pública” (vaya paradoja) con el que los políticos de nuestro país hacen campaña en los años de elecciones. Es más, creo que si Hipócrates viviera y supiera que el juramento Hipocrático es usado por algunos (no todos, ciertamente) como papel higiénico o pañuelos descartables, en el mejor de los casos, se tiraba en el Mar Egeo y nadaba hasta que Escila y Caribdis lo hicieran puré para no pensar. ¡Qué suerte que la máquina del tiempo sigue siendo territorio de la Ciencia–Ficción! Porque de lo contrario, asistiríamos a una ola de suicidios históricos y muchos médicos que fueron ajusticiados en la hoguera en la época de la Inquisición, pedirían un Magiclick para encender ellos solos las ramitas bajos su pies. Sin más rodeos: HOY Lugar: la sala de espera de la guardia de cualquier Hospital Público, especialmente del cono urbano bonaerense. Tiempo: ahora, hace un rato, de madrugada (el tiempo dentro de los dominios de la salud Pública se paraliza, se detiene, y quien ingresa en una sala de espera abre sin saberlo una puerta a la cuarta dimensión) Protagonistas: los que vienen de afuera y los que están adentro del sistema de salud Pública Como en un videojuego de la Play Station los que vienen de afuera, sólo saben que al entrar en el Hospital, deben ir alcanzando niveles para no perder los puntos obtenidos y comenzar desde cero, porque en el sistema de la salud pública de nuestro país no se guardan lugares y los que ingresan no saben cuándo van a salir y mucho menos...cómo, en qué estado. Comienza entonces El Cuento de la Buena Pipa en los hospitales públicos. Lo primero que debemos tener en cuenta al ingresar en dichos nosocomios (dije nosocomios , no manicomios, ¿eh?) es que es necesario cumplir con ciertos ritos iniciáticos que pueden hacer menos engorroso, por ejemplo el simple hecho de ir a entregar un análisis de orina o “caer” literalmente en la guardia porque una viejecita con dominio escaso de la visibilidad nos atropelló con su changuito repleto de las ofertas del día del supermercado chino que está a la vuelta de casa. Error 1: llegar a la hora que nosotros suponemos razonable para hacernos un análisis de sangre. Uno se levanta a las seis de la mañana, no desayuna nada porque así fueron las indicaciones, se toma el colectivo, resiste estoico la sensación de agujero negro que tiene el estómago y llega alrededor de las siete y media de la mañana al Hospital. No, amigos fuera del sistema de salud pública, no no no, así no es, porque al llegar una enfermera (chata en mano izquierda y galletita Express en mano derecha) nos anuncia: ENFERMERA: para los análisis de sangre hay que venir a sacar turno a las cuatro de la mañana. A lo que nosotros (ilusos, utópicos) respondemos AQUELLOS QUE ESTÁN FUERA DEL SISTEMA: si tengo que hacer doce horas de ayuno, no me cierran los cálculos. ENFERMERA (sacudiendo la galletita como si fuera un cigarrillo dentro de la chata): es simple, mamita, desde las cuatro de la tarde del día anterior no comés nada y listo. “Y listo”, a eso se reduce la posibilidad de completar el análisis de rutina que nos mandó el médico laboral. O sea que para poder hacer el análisis de sangre no debemos ni merendar ni cenar. Así que uno se va, con la cabeza gacha, la presión arterial por el zócalo a clavarse un café con medialunas en el bar de enfrente, sabiendo que va a tener que pedir otro día en el trabajo para volver a la hora estipulada. Al día siguiente regresamos a las cuatro en punto, sin haber comido nada desde la tarde anterior, sacamos número pero nos toca el 104 porque hay gente que plantó la carpita iglú toda la noche y está ahí desde el día anterior para poder sacar uno de los primeros números. Uno a uno van pasando, como las horas sin comer que llevamos, los números hasta el 104. Cuando por fin nos toca estamos pálidos, mareados porque son las doce y media del mediodía y llevamos veinte horas de ayuno y no doce; el médico nos toma la presión antes de clavar la aguja y nos dice: “Tiene la presión muy baja, no le puedo sacar sangre en ese estado, a ver si todavía me acusan de mala praxis. Vaya a comer algo y vuelva mañana.” Nosotros intentamos explicarle al médico que ya “volvimos mañana” pero es tarde, muy tarde porque para atendernos dejó a la practicante de traumatología esperándolo en la sala de residentes para discutir la densidad de los colchones de las camas ortopédicas y cuando quisimos darnos cuenta ya se ha ido. Con la certeza de haber ingresado en el Cuento de la Buena Pipa, vemos que todo comienza a darnos vuelta y que indefectiblemente vamos a caer en el suelo del Hospital (que no recuerda el último chorro de lavandina) y ni siquiera atinamos a marcar el 911 para que alguien venga a rescatarnos del sistema de salud pública en el que hemos quedado atrapados. Caemos, negroamarillonegroamarillo. Error 2: “Le bajó la presión” escuchamos de fondo, como si no hablaran de nosotros. Con temor, abrimos primero un ojo y luego otro. Estamos en una camilla sin más compañía que una tropilla de bacterias que nos tocan una batucada alrededor y la enfermera del día anterior que nos dice: ENFERMERA (Ya sin la express en la mano derecha pero todavía con la chata en la izquierda): Se golpeó la cabeza, hay que suturar...¿Trajo el material descartable? Porque acá no tenemos. Cuando uno viene por una sutura tiene que traer el material descartable. Nosotros intentamos que la lógica visite el Hospital por un momento y argüimos que no, porque llegamos para hacernos un análisis de sangre de rutina y no teníamos pensado caernos redondos en el virósico piso del nosocomio. Mientras la vemos irse, gritamos que queremos el celular para llamar a alguien que nos venga a rescatar y nos lleve al médico, pero la enfermera ya no nos escucha. ¿Quién le va a dar pelota a alguien que está semidesnudo, en un pasillo de hospital pidiendo el celular para llamar al médico? Lo más factible es que llamen al área de Psiquiatría y nos lleven como NN a un pabellón oscuro en el que estaremos hasta que nos den el alta médica cuando necesiten la cama para alguien que esté peor que nosotros. Lo cierto es que con mucho esfuerzo logramos levantarnos de la camilla (el vibrión colérico y el virus de la hepatitis B nos ayudan gustosos), nos abrochamos la camisa y sobre los papagayos que están en la estantería de enfrente encontramos nuestro portafolios y el celular. Salimos caminando a tientas, dando nuestra vida por un caramelo Media Hora y al pasar por la sala de espera vemos a una persona como nosotros que lleva un vasito esterilizado en la mano tratando de entablar con la enfermera una conversación razonable sin saber que La Buena Pipa disfrazada cuelga en el cuadrito que pide “Silencio”: ENFERMERA: Tiene que venir con la primera muestra de orina de la mañana, pero los turnos para esos análisis clínicos se dan a partir de las tres y media de la madrugada y tiene que tener unos cinco horas de retención de líquido. ¿Entendió? AQUEL QUE NO HA INGRESADO TODAVÍA AL SISTEMA: Pero yo vivo a dos horas de colectivo, si tengo que venir a las tres y media, me tengo que levantar a las 12 y media y llego de trabajar a las 10. ¿Cómo me doy cuenta cuál si es la primera orina de la mañana o la última de la noche? ENFERMERA: Pida el día en el trabajo y acuéstese más temprano, hombre. Todos tenemos problemas (y mirando hacia arriba mientras el pobre hombre gira sobre sus talones para desandar el camino realizado) ¿Quién sigue para análisis clínicos? ¡Vamos, no tenemos todo el día!