02 mayo 2008

La Buena Pipa en la sala de espera

Todo aquel que escriba artículos de actualidad, tiene una serie de informantes que le acercan datos, situaciones y anécdotas que ingresadas en este blog irremediablemente se transforman en cuentos de La Buena Pipa. El tema del día llegó hasta mí por algo que alguien le contó a una amiga de la amiga de una amiga mía y yo no resistí la tentación de relatarlo, restringiendo, claro está, detalles de la vida personal de quienes realmente fueron los partícipes de esta kafkiana situación. Por eso hoy la Buena Pipa se sienta en la sala de espera de un Hospital público y aguarda a ser atendida, sin saber que su derrotero la llevará a transitar los bifurcados (como pasillos de hospital) senderos de la salud pública argentina. ¿Qué entendemos por SALUD PÚBLICA? Las respuestas me afloran al mejor estilo de un manantial bucólico en la cabeza: a) Es una salud compartida por todos. b) Es una salud que le pertenece a todos y por eso no es de nadie. c) Es la salud del Estado y por eso está como está. d) Es una salud comunicativa que relata a los cuatro vientos sus síntomas de franca decadencia. e) Es una salud que no está privatizada, es decir que al finalizar la consulta no te dan “Tu ticket y tu vuelto.” Podríamos transitar el alfabeto completo en viñetas que irían desde la lógica pura a la más amarga realidad sin que la Buena Pipa se inmutara porque la salud pública está muy enferma en nuestro país y lamentablemente no existen las especialidades en Medicina que respalden profesionales serios capaces de sanear el problema. Hospitales semi-destruidos, médicos mal dormidos, mal pagos, guardias descontroladas (en todo aspecto) y paradójicamente mucha gente que acude a ellos, porque no le queda otro remedio, hacen que el sistema esté colapsado. Quien haya visto por TV series del estilo ER o Grey’s Anatomy y jamás haya estado sentado en la sala de espera de un Hospital Público, ha vivido en un idílico paraíso medicinal porque los temas con los que en U.S.A. hacen series, aquí deberíamos hacer historietas o comics. Así que no vamos a perder el humor que nos ha caracterizado y esperamos mostrar cómo el Cuento de La Buena Pipa también aparece en territorio de Galenos. Y hablando de Galenos... ¡La de cosas que han pasado desde que Galeno dejó su sello en este mundo! Por ejemplo, en su época no existían los Hospitales, los médicos no pasaban más horas de guardia que en sus hogares, las camillas eran sólo para los enfermos y no para satisfacer mundanas tentaciones y, demás está decirlo pero valga la aclaración, tampoco existía el concepto de “Salud Pública” (vaya paradoja) con el que los políticos de nuestro país hacen campaña en los años de elecciones. Es más, creo que si Hipócrates viviera y supiera que el juramento Hipocrático es usado por algunos (no todos, ciertamente) como papel higiénico o pañuelos descartables, en el mejor de los casos, se tiraba en el Mar Egeo y nadaba hasta que Escila y Caribdis lo hicieran puré para no pensar. ¡Qué suerte que la máquina del tiempo sigue siendo territorio de la Ciencia–Ficción! Porque de lo contrario, asistiríamos a una ola de suicidios históricos y muchos médicos que fueron ajusticiados en la hoguera en la época de la Inquisición, pedirían un Magiclick para encender ellos solos las ramitas bajos su pies. Sin más rodeos: HOY Lugar: la sala de espera de la guardia de cualquier Hospital Público, especialmente del cono urbano bonaerense. Tiempo: ahora, hace un rato, de madrugada (el tiempo dentro de los dominios de la salud Pública se paraliza, se detiene, y quien ingresa en una sala de espera abre sin saberlo una puerta a la cuarta dimensión) Protagonistas: los que vienen de afuera y los que están adentro del sistema de salud Pública Como en un videojuego de la Play Station los que vienen de afuera, sólo saben que al entrar en el Hospital, deben ir alcanzando niveles para no perder los puntos obtenidos y comenzar desde cero, porque en el sistema de la salud pública de nuestro país no se guardan lugares y los que ingresan no saben cuándo van a salir y mucho menos...cómo, en qué estado. Comienza entonces El Cuento de la Buena Pipa en los hospitales públicos. Lo primero que debemos tener en cuenta al ingresar en dichos nosocomios (dije nosocomios , no manicomios, ¿eh?) es que es necesario cumplir con ciertos ritos iniciáticos que pueden hacer menos engorroso, por ejemplo el simple hecho de ir a entregar un análisis de orina o “caer” literalmente en la guardia porque una viejecita con dominio escaso de la visibilidad nos atropelló con su changuito repleto de las ofertas del día del supermercado chino que está a la vuelta de casa. Error 1: llegar a la hora que nosotros suponemos razonable para hacernos un análisis de sangre. Uno se levanta a las seis de la mañana, no desayuna nada porque así fueron las indicaciones, se toma el colectivo, resiste estoico la sensación de agujero negro que tiene el estómago y llega alrededor de las siete y media de la mañana al Hospital. No, amigos fuera del sistema de salud pública, no no no, así no es, porque al llegar una enfermera (chata en mano izquierda y galletita Express en mano derecha) nos anuncia: ENFERMERA: para los análisis de sangre hay que venir a sacar turno a las cuatro de la mañana. A lo que nosotros (ilusos, utópicos) respondemos AQUELLOS QUE ESTÁN FUERA DEL SISTEMA: si tengo que hacer doce horas de ayuno, no me cierran los cálculos. ENFERMERA (sacudiendo la galletita como si fuera un cigarrillo dentro de la chata): es simple, mamita, desde las cuatro de la tarde del día anterior no comés nada y listo. “Y listo”, a eso se reduce la posibilidad de completar el análisis de rutina que nos mandó el médico laboral. O sea que para poder hacer el análisis de sangre no debemos ni merendar ni cenar. Así que uno se va, con la cabeza gacha, la presión arterial por el zócalo a clavarse un café con medialunas en el bar de enfrente, sabiendo que va a tener que pedir otro día en el trabajo para volver a la hora estipulada. Al día siguiente regresamos a las cuatro en punto, sin haber comido nada desde la tarde anterior, sacamos número pero nos toca el 104 porque hay gente que plantó la carpita iglú toda la noche y está ahí desde el día anterior para poder sacar uno de los primeros números. Uno a uno van pasando, como las horas sin comer que llevamos, los números hasta el 104. Cuando por fin nos toca estamos pálidos, mareados porque son las doce y media del mediodía y llevamos veinte horas de ayuno y no doce; el médico nos toma la presión antes de clavar la aguja y nos dice: “Tiene la presión muy baja, no le puedo sacar sangre en ese estado, a ver si todavía me acusan de mala praxis. Vaya a comer algo y vuelva mañana.” Nosotros intentamos explicarle al médico que ya “volvimos mañana” pero es tarde, muy tarde porque para atendernos dejó a la practicante de traumatología esperándolo en la sala de residentes para discutir la densidad de los colchones de las camas ortopédicas y cuando quisimos darnos cuenta ya se ha ido. Con la certeza de haber ingresado en el Cuento de la Buena Pipa, vemos que todo comienza a darnos vuelta y que indefectiblemente vamos a caer en el suelo del Hospital (que no recuerda el último chorro de lavandina) y ni siquiera atinamos a marcar el 911 para que alguien venga a rescatarnos del sistema de salud pública en el que hemos quedado atrapados. Caemos, negroamarillonegroamarillo. Error 2: “Le bajó la presión” escuchamos de fondo, como si no hablaran de nosotros. Con temor, abrimos primero un ojo y luego otro. Estamos en una camilla sin más compañía que una tropilla de bacterias que nos tocan una batucada alrededor y la enfermera del día anterior que nos dice: ENFERMERA (Ya sin la express en la mano derecha pero todavía con la chata en la izquierda): Se golpeó la cabeza, hay que suturar...¿Trajo el material descartable? Porque acá no tenemos. Cuando uno viene por una sutura tiene que traer el material descartable. Nosotros intentamos que la lógica visite el Hospital por un momento y argüimos que no, porque llegamos para hacernos un análisis de sangre de rutina y no teníamos pensado caernos redondos en el virósico piso del nosocomio. Mientras la vemos irse, gritamos que queremos el celular para llamar a alguien que nos venga a rescatar y nos lleve al médico, pero la enfermera ya no nos escucha. ¿Quién le va a dar pelota a alguien que está semidesnudo, en un pasillo de hospital pidiendo el celular para llamar al médico? Lo más factible es que llamen al área de Psiquiatría y nos lleven como NN a un pabellón oscuro en el que estaremos hasta que nos den el alta médica cuando necesiten la cama para alguien que esté peor que nosotros. Lo cierto es que con mucho esfuerzo logramos levantarnos de la camilla (el vibrión colérico y el virus de la hepatitis B nos ayudan gustosos), nos abrochamos la camisa y sobre los papagayos que están en la estantería de enfrente encontramos nuestro portafolios y el celular. Salimos caminando a tientas, dando nuestra vida por un caramelo Media Hora y al pasar por la sala de espera vemos a una persona como nosotros que lleva un vasito esterilizado en la mano tratando de entablar con la enfermera una conversación razonable sin saber que La Buena Pipa disfrazada cuelga en el cuadrito que pide “Silencio”: ENFERMERA: Tiene que venir con la primera muestra de orina de la mañana, pero los turnos para esos análisis clínicos se dan a partir de las tres y media de la madrugada y tiene que tener unos cinco horas de retención de líquido. ¿Entendió? AQUEL QUE NO HA INGRESADO TODAVÍA AL SISTEMA: Pero yo vivo a dos horas de colectivo, si tengo que venir a las tres y media, me tengo que levantar a las 12 y media y llego de trabajar a las 10. ¿Cómo me doy cuenta cuál si es la primera orina de la mañana o la última de la noche? ENFERMERA: Pida el día en el trabajo y acuéstese más temprano, hombre. Todos tenemos problemas (y mirando hacia arriba mientras el pobre hombre gira sobre sus talones para desandar el camino realizado) ¿Quién sigue para análisis clínicos? ¡Vamos, no tenemos todo el día!

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Otra vez, la realidad ficcionada, No hay mejor comentario que una reflexión que surge del texto:El Hades de los médicos, es hoy el hospital público y la salud pública. Ellos, sagrados semidioses que de vez en cuando manchan sus hábitos en el averno, transitan rapidamente por esa zona, para refugiarse nuevamente en lo que es "su" lugar: El Parnaso o el Olimpo de sus clínicas privadas y/o consultorios. Por lo demás, cómo no va a ser la cosa así, como la relata Natalia, si a los pobres viandantes que recalan allí, se los llama "pacientes". Bravo y gracias Naty.
Pipa al revés

es la reina y... (otradelasmías) dijo...

¿Quéééé? Entonces, ¿no me voy a encontrar con House en ningún hospital público?

Menos mal que nos quedan los sanatorios privados, che. Ahí sí que te atienden bien. Tan bien, que el otro día, mi tía fue porque le dolía el meñique y le enyesaron hasta la mandíbula. "¿Qué te puedo cobrar?", le dijo el dotor, que era médico al final, nada de dotor, que se debía la tesis,ese galeno.
Lo bueno es que al final aprovechó bien la oferta completa porque, como le dio un infarto cuando la secretaria le dio la cuenta, se quedó internada unos cuantos días. Y como eso sí se lo cubría la obra social, terminaron ofreciéndole unas vacaciones "all inclusive" que ni te cuento.
Y no hay nada que hacer...no hay como saber aprovechar las ofertas, m'hijita. Si usted sigue viendo el vaso medio vacío... así no hay médico ni país que aguante, mamita.

La enfermera Flora.

razondelgusto dijo...

Acá estoy...sí desconectada pero de la cabeza!!!
Yo a los hospitales públicos los conozco bien, es más nací en uno de ellos. El olor mezcla de sopa barata, desinfectante y polvo acumulado es nauseoso. Así que me imagino al pobre protagonista de tu artículo, en ayunas, ¿cómo no se va a desmayar?
Decíle, vos que lo conocés, que al hospital público solo se puede caer moribundo, desangrado de cinco puñaladas para que te den pelota...¿¿¿cómo se le ocurrió al iluso ir a hacerse un simple análisis de orina??? Además, ¿para qué? Lo más problable es que le den el resultado de que está embarazado de trillizos porque el marcador indeleble estaba sin tinta y confundieron su pipí con el de una madre argentina que va por la décima parición...
Y, sí querida amiga, la buena pipa en los hospitales,representa el colmo del sadismo humano... porque el dolor no puede esperar,no debe esperar. Es urgente, inminente y para eso se prepararon los que trabajan en un hospital: para confortar a los enfermos y si pueden... salvarlos.
Coincido con la reina, yo también quiero que me atienda Dr. House!!!