14 julio 2008

La Cofradía del Ovario PRESENTA: LOS PUENTES DE MADISON (para nosotras, "La historia de una manija")

Diluviaba, una cortina de agua impedía que se vislumbraran siluetas más allá del vidrio de la ventanilla del auto, pero yo sabía que estaba ahí, esperándome, aguardando estoico que yo tomara la decisión de salir, de empaparme, de mirarlo fijo y prometerle que me quedaría con él. Yo veía mi mano sobre la manija de la puerta del auto como si no me perteneciera, como si fuera de otra, de otra que quería salir, otra que no era yo, otra a la que nada le importaba si podía conseguirlo a él. Sólo tenía que cruzar la calle. Un trueno de dimensiones colosales me despertó del trance, miré a mi alrededor, mi hija dormía en el asiento de atrás, yo no llevaba abrigo y en lugar de abrir la puerta, puse primera y arranqué; después de todo, chocolates venden en todos lados, tal vez en alguna estación de servicio con techo podría bajar del coche sin mojarme. Si un chocolate no amerita un chaparrón en la espalda… ¿Un hombre, sí? Ustedes me dirán la respuesta cuando terminen de leer. Todavía llovía cuando llegué a la sede de la Cofradía y sin dudarlo saqué de la videoteca “Los puentes de Madison” esa memorable película en la que Clint Eastwood dejó de ser Harry el sucio para convertirse en un dulce de leche y Merryl Streep confirmó que puede con cualquier papel que le propongan. En la ficha técnica el resumen del argumento de este film de 1995 dirigido por el propio Clint (basado en una novela de Robert James Waller), dice que Francesca (Merryl Streep) vivía en Madison con su esposo y sus hijos adolescentes y un fin de semana en el que estaba sola, aparece un fotógrafo (Clint Eastwood) que le mueve la estantería y se la deja desacomodada para siempre. Viven un amor de cuatro días hasta que llegado el momento de decidir, Francesca se queda en Madison con su marido y sus hijos y la historia de ese amor se conoce cuando ya muertos ambos, los hijos de ella encuentran los restos de ese amor en un arcón en la casa de su madre. En la Cofradía compramos Carilinas al por mayor y esa tarde consumí la mitad del stock, porque siempre me pasa que en películas como ésta, la ficción me gana entera, siento por completo salpicada el alma con la lluvia y siempre me quedo con la mano estirada tratando de levantar la manija de la camioneta en la que Merryl (Francesca) espera al marido mientras ve al amor de su vida empapándose del otro lado de la calle que la mira decidirse detrás del cristal de la ventanilla. “Los puentes de Madison” es la historia de una manija, en definitiva, de (y aquí vamos con las frases hechas) tomar el toro por las astas, de agarrar la sartén por el mango, en definitiva de decir que “Sí” o que “No” cuando lo que queremos decir es que “Ni” o que “So”, porque quién ha dicho que decidir es siempre lo mejor, por qué no se puede estar así, bifurcada, con la mano en la puerta del auto todo el rato que queramos, ¿por qué no podemos salir corriendo del auto y abrazar a Clint mientras vemos que esa otra que éramos se va con nuestro marido a preparar la cena para los chicos? La literatura ha creado puentes magníficos, ¿por qué en Madison no puede haber puentes como en el Budapest de la “Lejana” de Cortázar, puentes que nos conviertan en otra, eh? ¿Por qué para Alina Reyes que también “es la reina y…”, sí y para el resto de los mortales no es posible ser otras, completar otras historias? ¿Qué misterio tienen los puentes en Madison que no logran hacer que a Francesca todo le importe un bledo y se vaya a cualquier lugar del planeta a sacar fotos para la National Geographic con Clint? Estadísticas realizadas en la Cofradía han arrojado como resultado que todas habrían abierto la puerta de la camioneta verde y se habrían entregado a la pasión hasta el The end. Sin embargo, hay cosas por decir en favor de Francesca. En la Cofradía, como nuestra materia prima es la progesterona y nuestra Madrina Institucional es la Gata Flora, pensamos en lo que hay después de la pasión. ¿No es preferible comerse un Milka de golpe sabiendo que es el último o que no podemos volver a comerlo en años a no comerlo? ¿Si una se pasa la vida comiendo galletas de gluten y de pronto aparece un chocolate con almendras y lo derretimos en la boca una y mil veces… cuánto tiempo tardaremos en matar por un Bagó Hepat para palear el ataque al hígado? Quizá Francesca-Merryl era una preclara y no una soberana pelotuda, y vio que vivir con el recuerdo de la pasión intacta, sin el desgaste de la costumbre era lo que la salvaría de despertarse todos los días en la misma casa, con la misma cara a su lado, haciendo las mismas cosas.
No sé, como vocera de la Cofradía, no debería enviar un menaje confuso pero la Gata Flora me contagió su virus y no logro decidir si matar a Merryl o aplaudirla. Lo cierto es que si no bajé del auto por un chocolate, me cuesta pensar en bajar por otra cosa, tal vez porque antes de pensar en bajar del coche por alguien, debería tener sentado al lado a alguien que maneje, si no, no tiene gracia. Por ahora no me queda otra más que pensar en la importancia de los puentes en la vida de una mujer, en lo que unen, en lo que separan, en lo que se llevan, en lo que ocultan, en lo que callan, en lo que gritan, en lo que prometen y en lo que traen. El gran Buenos Aires tiene tantos puentes que en alguno debe estar Clint esperándonos… ¿Cuál será nuestro puente: el Pueyrredón, el Avellaneda, la Autopista, la Noria… ? Me parece que ya es hora de que en lugar de cruzarlos, hagamos un piquete en cada uno de ellos para ver si aparece nuestro Eastwood por algún lado, así agarramos la manija de una vez por todas y nos lleva a sacar fotos por ahí. Total, si nos aburrimos, siempre nos quedan los Milka con almendras tostadas para capear la tormenta. ¿Cuántos puentes habría en Madison? ¿En cuál de ellos Merryl se dio cuenta de que Clint era solamente un paréntesis y no unos buenos puntos suspensivos? Tarea para el hogar, amigas de la Cofradía
¿Abrirían la puerta de la camioneta o se quedarían en Madison contando los puentes? Espero respuestas…
¡Hasta la semana que viene!

6 comentarios:

La tía Laura dijo...

¡Ay, nena! ¡Lo que lloró la tía de los cumpleaños y de las películas de amor en esa escena memorable! La debo haber visto unas 12 o 15 veces. La intelectual se enoja conmigo porque dice que la película no vale nada, pero a mí no me importa... ya no me domina más esa amarga...
Obviamente, yo voto por la bifurcación como no podría ser de otro modo. A mí desde muy chiquita, el viejo me enseñó que se pueden vivir tantas vidas como una sea capaz de soñar, de imaginar, de escribir o de vivir...
Me encantó la cofradía de hoy. Es otra de las mejores (ya no puedo decir que es UNA de las mejores porque son tantas... Te superás día a día, nena.
Ahora los dejo porque hay una que quiere hablar desde hoy y me está dele pedir la máquina...
Hasta pronto.
La tía.

es la reina y... (otradelasmías) dijo...

Me gusta la idea de ver a "Los puentes de Madison" como la historia de una manija. Y es que el clímax está ahí; no en la lluvia, no en la hija que duerme en el asiento de atrás ni en el bombón de chocolate mojándose unos metros más atrás. El tema está en la decisión... Ya comenté en la anterior entrada de la Cofradía lo que me provoca la necesidad de tomar decisiones por motivos emocionales. Raro... No me pasa lo mismo con las cuestiones políticas, económicas o más racionales. Siempre tengo muy claro de qué lado tengo que estar. Pero en estos casos, me desarmo como la casita de naipes cuando la sopla el lobo y me quedo a la intemperie. Por eso, como la tía Laura, en este caso, voto por la bifurcación, sólo para no tener que decidir...

En fin, pero yo venía a otra cosa. Quería hablarles a ciertos hombres que asiduamente participan de este blog y que se sienten... ¿Cómo decirlo? ¿heridos?
Desde ya no estoy de acuerdo con "el separatista". Las dos secciones del blog no sólo son espectaculares por separado, sino que conversan entre sí y se complementan. No entiendo muy bien por qué algunos lectores hombres se sienten incómodos con ciertas situaciones que podríamos llamar "femeninas". De ningún modo, creo yo, la cofradía constituye un espacio de rechazo o de ataque al maravilloso y nunca bien ponderado mundo masculino (corregíme, Nati, si me equivoco) Al contrario, ¿qué haríamos las mujeres sin los hombres? Ya no podríamos hablar de partos porque ¿quién plantaría el germen de las generaciones futuras?; ni de moda, porque ya no tendríamos miradas por las que competir todo el tiempo entre nosotras, ni de cirugías plásticas porque convengamos que no habiendo quién choque con el auto a causa de unas buenas lolas, el bisturí para qué; ni de sexo (¡Es el tema que más nos divierte!) porque… ¿de qué cosas que saben o no saben hacer los hombres y cómo enseñarles a hacerlas correctamente hablaríamos entonces, nosotras, las mujeres?
¿Acaso los hombres no dicen todo el tiempo que no entienden a las mujeres? Este espacio debería servir para que empecemos a entendernos un poco mejor, para saber qué es lo que pensamos frente a diferentes situaciones.
Por eso, los miembros de esta cofradía los convocamos desde nuestro humilde lugar a colaborar con nosotras como Nati colabora con ustedes. Así como ella expresa tan genialmente desde el humor parte de los sentimientos femeninos, tal vez alguno de ustedes quiera colaborar con nosotras y comunicarnos algo del mundo masculino que tan intrincado nos resulta, a veces, a las laberínticas mujeres. Tal vez quieran desmentir a la Tía Laura (hablo de ella porque hoy no apareció todavía más que para escribir boludeces romanticonas) que dice que las mujeres no entienden a los hombres porque nunca un laberinto podrá entender a la línea recta. Yo no estoy de acuerdo con ella. Creo, como me enseñó el viejo (parece que a la tía Laura se le olvidó el final de "La muerte y la brújula") que la línea recta es el más siniestro de los laberintos y si no, preguntémosle al gran Zenón de Elea.
En fin, caballeros, queremos que sepan que los queremos y que los necesitamos y que este espacio es un lugar de reunión y no de separación. ¿No, Nati?
¡Benditos sean los hombres de este mundo por siempre y para siempre! ¡Amén!

Anónimo dijo...

Me encantó la pelicula! La vi en un momento especial de mi vida, y al poco tiempo tomé la manija y me bajé de la camioneta, bajo la lluvia, en busca de mi Clint Eastwood
Lamentablemente no estaba en la esquina esperándome con los brazos abiertos, sino que la realidad fue menos amena y me encontré con pendejos, gay y CASADOS.
Ya empapada, me di vuelta y, para mi sorpresa, mi Clint estaba esperándome dentro de la camioneta. Tomé nuevamente la manija(esta vez del lado de afuera) y subí nuevamente a la camioneta,de la que si no hubiese salido jamás me habría dado cuenta quien estaba adentro, me explico?
Hasta pronto!

razondelgusto dijo...

No, no abriría la puerta de la camioneta. Lo sé. No podría nunca hacer sufrir a tanta gente, sobre todo a los hijos. No digo que sea lo que está bien, digo lo que yo no podría nunca hacer.
Ahora, por un Milka con almendras tostadas si que estoy dispuesta a mojarme un poco...Eso no lo dudes (alma de gorda)
Besitos en el día del amigo.

María Luz dijo...

Generalmetne, las películas románticas me aburren (si son comedias norteamericanas, mucho más; excepto cuando veo que la vida copia al "arte", entonces, la vida me da mucha risa). Los puentes... la vi por mi admirada Merryl y en esa época era muy disciplnada (más disciplinada).
Pero hablando de lo que hablamos, sé que, como siempre, le aconsejaría a F que bajara de la camioneta y yo, llegado el caso, probablemente, no lo haría. Pero no por temor a hacer sufrir a alguien... que no fuera yo. Pensaría en el error posible y en la probabilidad de que no haya vuelta atrás. Adhiero a la bifurcación (que también me haría pensar en cómo sería la historia si fuese incondicional), pero que ahorra la necesidad de decidir y posibilita la ilusión de muchas vidas.
En cuanto a los hombres casablanca, todos los que se me ocurren son de (malas) películas.
Besos

María Luz dijo...

I´here again.
Adhiero con fervor casi religioso a lo dicho por Es la reina...
No queremos separaciones; nos gustan los hombres y nos gustan cerca (triste imagen de la cercanía esta de la cercanía virtual, ¿no?). Quisiéramaos leer sus comentarios también acá.
Es cierto que las dos secciones de la buena pipa forman una serie que, inclusive, en el futuro podría ampliarse. Además, si lo que escribe Nati vale la pena, ¿por qué alejar la posibilidad de leer algo inteligente, sensible, divertido, bien escrito?